La Confederación Latinoamericana de Religiosos y Religiosas ha publicado un libro valiente, reparador, necesario y urgente (cuya portada publico) en el que se aborda el tema de los abusos en la vida religiosa femenina. Lo he leído con dolor y esperanza: dolor por las heridas que la Iglesia genera en las almas más sensibles y comprometidas. Esperanza al constatar una vez más la veracidad de esta frase evangélica “Así que todo lo que ustedes han dicho en la oscuridad se dará a conocer a plena luz y lo que han susurrado a puerta cerrada se proclamará desde las azoteas.( Lcs 12, 3). Sacar a la luz y dar voz a la víctima, como trata de hacer el libro, es ya un camino reparador. Me consta además, que la intensión de esta investigación es abrir un espacio de cuidados y prevención de toda clase de abusos. Sanar, aunque duela, con la “verdad que nos hace libres”
Denunciar el abuso es un largo y difícil camino, sobre todo cuando se arma una trama patológica de idealización en torno al aura de santidad de una institución, sus fundadores o superiores. Hay que desarmar primero esos embrollos en la propia cabeza para poder luego animarse a hablar. Luego afrontar con valentía los enredos con que se quiere silenciar a la víctima y finalmente sufrir la discriminación o la injuria de parte de los demás.. Si bien no soy religiosa consagrada, los relatos y reflexiones de éste libro, me resultan dolorosamente familiares a tantos años de escuchar dolores provocados por quienes se supone deberían sanar el alma y no enfermarla.
El abuso suele asociarse con abuso sexual. La indiscriminada propaganda que los medios le han dado al tema y su ensañamiento con la Iglesia, han generado una perturbadora analogía entre sexo y abuso. No es el único, ni siquiera el peor : Autoritarismo, invasión a la intimidad, obediencia incondicional, exceso de control, idealización del fundador o de la autoridad, despersonalización, estigmatización a quien se anima a discrepar, celos del círculo cercano al poder, humillaciones. exorcismos donde debiera haber tratamiento médico, represión emocional, manipulación, son algunos de los tantos abusos narrados en este libro. Tal vez la cumbre de tantas patología clerical está en este testimonio de una religiosa. “ Una hermana se acercó a mí y me confió que había sido abusada sexualmente por la superiora desde su postulantado. La víctima le había confiado al fundador de la congregación, pero él la había animado diciéndole que era una gracia vivir esta relación de intimidad en Cristo con esa superiora – Cuando se ama en Cristo se puede hacer gestos( incluso carnales) porque se está más allá de los sensible-“
No traigo este relato del libro para escandalizar, ni para informar que el abuso sexual está también presente entre mujeres. El eje de este relato no está en la relación sexual en sí, sino en el argumento con el que se lo justifica y como pudo éste ser capaz de callar el grito de la víctima; impresiona la profunda distorsión que adquiere la afectividad bajo un manto de represión o sublimación patológica donde la fe se convierte en la excusa que distorsiona la realidad hasta destruir la evidencia de lo obvio. Lo aberrante no es sólo el abuso sexual, presente en toda la sociedad, ni solo el encubrimiento, sino en el estado de vulnerabilidad y confusión en el que llega a estar una persona formada en el seno de una institución religiosa. Rasgos sectarios si los hay. Bajo esta distorsión viven hoy muchas mujeres, laicas y religiosas, perpetrando su inmadurez en una sumisión infantil y a veces trágica, sometidas a un estado de confusión en medio de las respuestas más delirantes, de las que suelen despertar con graves secuelas emocionales o corriendo serios riesgos de maltrato.
“Mujeres que escuchan, dan testimonio y hablan con otras mujeres” dice el título de la Introducción. Hagamos pues convite de esta saludable iniciativa.. ¡No quedemos mudas ante la pregunta sagrada ¿Dónde está tu hermana? Acá hay una mujer que escucha y dispuesta a hablar con la Hna Maria Rosaura Gonzalez Casas. Teresiana. Coordinadora de este valiente trabajo que invito a difundir por nuestras hermanas religiosas y por todas las mujeres que con su compromiso y sensibilidad construyen un mundo más amoroso cada día. Ellas, tan necesarias..
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