Un paseo por nuestro corazón supone frecuentemente encontrarnos con voces que gritan. Pero lo más desconcertante es que piden cosas diferentes. Una quiere venganza mientras otra pide perdonar. Una grita cuanto le quiere y necesita y la otra cuánto le rechaza. De pronto estamos alegres e inmediatamente aparece la tristeza. Queremos hacer y al lado está el que te frena. Un pie aprieta el acelerador y el otro el freno.
La unidad interior, es la paz, pero frecuentemente nuestra alma es un campo de batalla.
Dios es una fuerza unificante, un abrazo a todas nuestras contradicciones. Pongamos hoy la mirada en quien mantiene unidos nuestros fragmentos. Para quién son transparentes nuestras opacidades, y puede rellenar nuestros abismos o aplanar nuestras cimas inaccesibles.