Así llamaba San Ignacio al desapego. Aquella “soltura” de las cosas del mundo( afectos, ideas, cosas materiales etc) que nos da la distancia suficiente, “ni tanto ni tan poco”, para que pase el espíritu de Dios entre ellas.
Todos los grandes caminos espirituales de la humanidad hablan de la necesidad del desapego, pero a diferencia de oriente, que busca neutralizar por completo el Ego que se apega, el cristianismo no rechaza la repugnancia que tenemos al dolor y la muerte. El mismo Cristo la experimentó en su Getsemaní. La propuesta cristiana busca la entrega cariñosa y confiada de nuestro horror a las muertes en las manos de un Padre –Madre que sabemos nos ama, y saca lo bueno de lo malo de una misteriosa manera. Es decir el desapego tan necesario para ser libre, se alcanza por un amor mayor, más que por trabajar renunciamientos de manera ascética.
De la misma manera que un cachorro humano se desprende de su pequeño mundo fantaseado a medida que sigue a su madre con la mirada, así también nosotros vamos dejando atrás nuestras limitadas maneras de ver el mundo, confiando en ese Ser en quién hemos puesto el deseo de alcanzar.
El desapego, la Santa Indiferencia, como todo en este mundo puede beber de fuentes contaminadas, y más que entrega ser apatía. Confundir una cosa con la otra es fácil: barnizar con lenguaje espiritual la incapacidad de sentir. Más que desapego es la viveza de no querer para no perder. Zona de confort donde tengo asegurado el no sufrir al precio de tener un corazón de piedra, o de plastilina….Los grupos religiosos están infectados de indolentes, insensibles, azafatas siempre sonrientes que ante el peligro lo primero que hacen es abrocharse al propio cinturón de seguridad. Abúlicos sociales con frases hechas en nombre de Dios que más que paz generan espanto. Indiferencias inhumanas muy lejos de ser santas…
El desapego es el trabajo de sustituir la seguridad del nido por el vuelo enamorado del cielo que susurra una voz amada. No es un cielo vacío y tarde o temprano nos acostumbramos a hacer de cualquier lugar nuestro hogar.
Cómo “sintonizar”el desapego que propone la voluntad de Dios? Con qué pensamientos afectos o cosas sería bueno adoptar una santa indiferencia?
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