Desvinculado, indiferente, pasivo, incomunicado Así es el amor del impenetrable ermitaño afectivo. ( en femenino también) Difícil comprender su estilo como algo capaz de amar, pero así lo creemos cuando nos quejamos mucho pero nos autoengañamos atribuyéndonos la causa de su desinterés. Su autonomía es exasperante. Se lee como total prescindencia del amante. Analfabeto emocional, mira con mirada vacía como su ser “amado” naufraga en la soledad y no le tira ni una soga. Se le perdona una vez, se le justifica otra, luego se intenta comprenderlo “pobre no tuvo madre, o padre o afecto” se prueba con algún brebaje de sexo, de ira, de distancia, de cercanía, de ternura, de amenaza, y sólo se obtiene algún tímido y frio razonamiento, argumento o explicación. Puede matar sin hacer nada cualquier amor por muy fuerte que sea. Basta acercarse a ese agujero negro donde nadie tiene cabida para darse cuenta que de allí no saldrá nada.
¿Qué se puede hacer con estos amores? Además de salir corriendo: nada. A menos claro que queramos vivir esa “terrible armonía que pone viejo los corazones” y vivir “viendo las horas que van pasando”. Si el ermitaño está cómodo en su cueva nadie puede sacarlo de allí. Sólo él tiene la llave de su corazón y hasta el mismo Dios queda afuera. Dios es una hermosa idea prendida en la dureza de un alma sin hambre ni sed.
Porqué nos enganchamos con ermitaños afectivos? Qué podemos hacer para sobrevivir al frío de estos hogares apagados? Y algunas consideraciones si el ermitaño sos vos…. mañana en Radio Galilea. www.radiogalilea.com.ar
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