…»Este es el secreto más profundo que nadie pueda conocer
(aquí está la raíz de la raíz y el brote del brote
y el cielo del cielo de un árbol llamado vida; que crece
más alto de lo que el alma pueda soñar ni la mente ocultar)
éste es el prodigio que mantiene a cada estrella en su lugar
tu corazón está conmigo (llevo tu corazón en el mío). Versos de E. E. Cummings:
En la mañana de RADIO GALILEA, entrevistamos a la Dra. Elsa Punset, nacida en Londres, viviendo en España, Elsa es licenciada en Filosofía y Letras, Máster en Humanidades por la Universidad de Oxford y en Periodismo por la Universidad Autónoma de Madrid. Es asimismo Máster en Educación Secundaria por la Universidad Camilo José Cela de Madrid. Directora de contenidos en el Laboratorio de Aprendizaje Social y Emocional. Será un placer compartir la charla con Elsa sobre la Inocencia…
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Te compartimos en esta publicación algunos de los planteos y reflexiones que Elsa hace en su libro: «INOCENCIA RADICAL, La Vida en busca de Pasión y Sentido» que serán guías de la charla.
Nacemos inocentes. Sin emociones mezcladas, sin dudas, sin miedos, sin mentiras. Llegamos para descubrir, luminosos y coherentes. Vulnerables pero abiertos al mundo, animados por una curiosidad rotunda y radical, dotados de la pasión por vivir. Es entonces cuando comienza la búsqueda del sentido en una realidad diaria de luces y de sombras donde nos asaltan el amor, el miedo, la tristeza o la tentación. Cómo nos enfrentamos a estas etapas cruciales, desde la inocencia o desde la rigidez, determinará el tejido de nuestra existencia, de cada emoción, de cada gesto, de cada pensamiento. Elsa Punset, autora de «Inocencia Radical», nos descubre por qué perdemos esa confianza y esa curiosidad inicial apasionadas, por qué nos cobijamos en la concesión y en la tristeza. Y nos alienta a sacar provecho de nuestra capacidad innata para amar y para transformar, a encontrar los cauces donde nuestra creatividad y nuestra energía fluyan a través de las trampas y los dones que nos acechan en los espacios donde a diario vive, o muere, nuestra inocencia primigenia y radical.
A juicio de la autora, que centra su interés en la aplicación de la inteligencia emocional, la toma de decisiones y los procesos de aprendizaje en niños y adultos, el camino de la vida debería ser el de recuperar esta inocencia primigenia. «Recuperarla no para instalarnos en un limbo amniótico, sino para librarnos de cargas que nos apesadumbren, para estar limpios y abiertos a todos los dones de la vida»; esta es la idea básica de «Inocencia radical» (Editorial Aguilar). La enorme complejidad del cerebro humano es un arma de doble filo; hace capaz de soñar e inventar, pero también de presentir y temer.
«Las mismas capacidades que sirven para la creatividad -explica Elsa Punset- pueden atarnos de pies y manos a lealtades trasnochadas y miedos inventados». Entre los obstáculos para encontrar la felicidad, la licenciada en Filosofía y Letras descubre el llamado síndrome de «estar atrapado en el tiempo», en el pasado o en el futuro, dominados por la ansiedad o la nostalgia, dos espejismos simétricos.
«Con los ojos puestos en el futuro o en el pasado es muy fácil desperdiciar el latido diario, breve e irrepetible, de la vida que tenemos entre manos», recalca la autora, que aboga por disolver las excesivas reglas, límites y estructuras rígidas de la vida, como las opiniones, prejuicios, vínculos y obligaciones.
El ser humano no debe preguntar acerca del significado de su propia vida, sino reconocer que es la vida la que nos interroga: «la vida hace una pregunta a cada ser humano y éste sólo puede contestar con su propia vida».
En su libro, Elsa hace una selección de diez esquemas básicos, con sus estrategias defensivas y algunos antídotos que ayudan a romper el círculo vicioso. Se trata de un «mapa del miedo emocional» en el que todos podemos reconocernos.
Reproducimos sólo el primer párrafo de cada esquema, donde ella da la definición.
Cinco esquemas personales:
1.- El Esquema del Abandono: «Siempre me abandonan»
Este esquema surge a raíz de nuestras reacciones ante las pérdidas: tememos que las personas que nos rodean nos abandonen. El abandono original pudo ser simbólico o real, debido a padres emocionalmente fríos o distantes, a mudanzas incesantes, a muertes, divorcios… Produce una tristeza profunda y la sensación de estar aislado.
2.- El Esquema de la privación o carencia: «A nadie le importan mis necesidades»
En la infancia de las personas que tienen este tipo de esquemas, los padres probablemente no tuvieron tiempo, o interés, en escuchar al niño. Él tuvo la sensación de que nadie quería estar a su lado, o de que sus necesidades emocionales no importaban. Ahora es un adulto hipersensible al hecho, real o imaginado, de que las personas no se fijan en sus necesidades profundas: siente hambre de mimos, de calidez o de afecto. En algunos adultos, este esquema despierta la ira, porque los demás parecen ignorarnos. A veces a estas personas les cuesta mucho expresar sus necesidades, y por ello los demás, simplemente no las captan.
3.- El esquema del dominado: «Nunca me salgo con la mía»
Esta persona tal vez tuvo padres dominantes y controladores que no dejaron al niño ser autónomo. El autoritarismo de los padres pudo expresarse desde la violencia abierta hasta la manipulación encubierta de la voluntad y la vida del niño. Emergerán adultos sin sentido de control sobre sus vidas, que no defienden ni apenas conocen sus propias preferencias. Generalmente, sus parejas también les dictarán lo que deben hacer. En la infancia, este esquema pudo producir una estrategia de pasividad, para evitar el enfrentamiento, o al revés, una rebeldía que más adelante se convertirá en exagerada susceptibilidad ante cualquier posible señal de manipulación por parte del otro. Así, algunos adultos aquejados de este esquema evitan comprometerse para evitar acuerdos que puedan restarles libertad.
4. El esquema del desconfiado: «No puedo fiarme de la gente»
Estas personas han sido víctimas de abusos físicos, emocionales o sexuales y han perdido la confianza en los demás. A veces, eligen relaciones donde sus peores sospechas se confirman, sólo porque les resultan familiares. Este esquema se diferencia de los demás esquemas porque las personas han sido heridas por otros de forma intencionada. La respuesta ha sido necesaria para sobrevivir, aunque ahora se aplique de forma compulsiva e inapropiada.
5. El esquema del imperfecto: «No merezco amor»
La persona con este esquema tiene la sensación de que no merece amor, de es que de alguna forma defectuoso. Es un esquema que suscita por tanto vergüenza y humillación. La persona aquejada tal vez tuvo padres hipercríticos, que la insultaban o desaprobaban con frases «no eres lo suficientemente bueno» o «me avergüenzo de tener un hijo como tú». Pudo recibir un mensaje no verbal muy negativo que el niño interiorizó: ahora el adulto se mira con desprecio. Las estrategias típicas de este esquema consisten en aceptar el veredicto, capitular y esconderse; o al contrario, en mostrar arrogancia y buscar la adulación de los demás.
Cinco esquemas sociales:
1.- El esquema del excluido: «No pertenezco, no encuentro mi lugar, nadie me da cobijo»
Este esquema afecta a cómo nos sentimos en los grupos, bien sea en el entorno laboral, familiar o social. Se fija cuando la mirada de nuestra familia ya no es suficiente y buscamos la aprobación de los demás. Aparece aquí el niño con el que nadie quiso jugar, el que tuvo una familia diferente, o el que no encajó tras un divorcio en las nuevas familias de sus padres. Las personas aquejadas de este esquema suelen quedarse en las afueras de la vida social porque temen el rechazo de los demás.
2.- El esquema del miedoso: «Cuidado, el mundo es muy peligroso»
Este esquema se centra en la vulnerabilidad y en la pérdida de control. Tal vez uno de los padres tuvo tendencia a ser catastrofista, a un miedo real o imaginado, como una enfermedad, lastró la vida del niño durante un tiempo. La estrategia más típica ante este esquema se manifiesta a través de una prudencia exagerada, de un miedo al riesgo muy marcado.
3.- El esquema del fracasado: «Todo me sale mal»
La sensación típica de este esquema es que uno es un fracasado a pesar de cualquier indicio de éxito. A veces se debe a unos padres exageradamente exigentes, que hicieron sentirse inepto al niño o que hacían comparaciones odiosas con hermanos o con personas o niños muy exitosos. Ahora este adulto ni siquiera cree que merezca que las cosas le salgan bien. Así que surgen el fenómeno del impostor: estas personas que creen que no merecen triunfar y que si lo hacen, alguien las desenmascarará.
4.- El esquema del perfeccionista: «Tengo que ser perfecto»
El adulto que tiene este esquema pudo tener padres que nunca dieron su beneplácito pleno al niño. Por tanto, este se sintió inadecuado, y ahora cree que vale por lo que consigue, no por lo que es. Como ocurre con el esquema del fracaso, el esquema del perfeccionista tiene que ver con la capacidad para lograr las metas. En el esquema del fracaso esperamos demsiado poco de nosotros mismos; en el del perfeccionista, demasiado.
5.- El esquema del ser especial: «Yo no tengo por qué seguir reglas»
Lo que define este esquema es la necesidad de retar los límites de la vida: conducir a velocidades no razonables, servirse mucha comida cuando apenas hay para los demás, aparcar en una plaza para discapacitados, exigir a la pareja todo a cambio de casi nada… Estas personas se sienten especiales y carecen de la empatía necesaria para preocuparse del abuso que eso pueda suponer para los demás. Los niños que desarrollan este esquema tal vez hayan sido muy mimados, o han crecido en un entorno adinerado, o carente de límites, con padres permisivos o excesivamente serviciales. De adultos, pueden convertirse en personas impulsivas, infantiles y egoístas. Algunas veces, el esquema afecta a hijos de padres muy exigentes, que exageraban sus logros para sentirse especiales. También puede darse en adultos que han carecido de afecto o que han sufrido necesidades materiales: están resentidos y piensan que se les debe compensar con ello.
Elsa Punset repasa la tristeza (“El trauma no dicta el destino”) y la tentación (con la trampa de la pereza) para llegar al un capítulo del libro que denomina: El Amor. “No es la muerte la que nos iguala con el resto del mundo. Sólo nos iguala el amor, cuando surge y desarma”. Y añade: “Cuando no elegimos el amor, cuando olvidamos o rechazamos darle forma, calla hasta volverse invisible. Cuando lo esperamos de manera pasiva, sólo se manifiesta por su áspera ausencia”. Sí, como nos recuerda la Dra. Punset, las trampas del amor pueden ser la dependencia y el maltrato psicológico, pero sus dones son el aprendizaje y la transformación. “Hay dos formas de mirar a los demás: desde la dependencia o desde la libertad. Como fuentes de seguridad o como fuentes de aprendizaje” porque, citando a Marianne Williamson, “nuestra tarea no es buscar el amor, es buscar todas las barreras que oponemos a su llegada”.
Concluye su estupendo libro con La desnudez (sin bagaje emocional), con sus trampas de condicionamiento y su gran don: la libertad. La última cita de esta Inocencia radical es de Jung, al final de su existencia: “El significado de mi vida es que la vida me ha planteado una pregunta concreta. O, tal vez, que yo soy la pregunta planteada al mundo y que debo comunicar mi propia respuesta”.