«Dios nos está probando pero no nos ha abandonado. Yo voy a hacer en estos días algo cuyo recuerdo se prolongará por muchos siglos.» Judith 8,32.
En abril de 1915, un año después del inicio de la Iª Guerra Mundial, 1.136 mujeres procedentes de diferentes países europeos se reunieron en La Haya para expresar su rechazo al horror de la guerra que devastaba Europa en esos momentos. Ese encuentro fue el germen de la Liga Internacional de las Mujeres por la Paz y la Libertad (WILPF), que un siglo después sigue agrupando a mujeres de todo el mundo que trabajan por la paz, la desmilitarización y el desarme internacionales
Cien años después del inicio del que fue uno de los conflictos armados más graves de la historia de la humanidad, mujeres de todo el mundo siguen trabajando local e internacionalmente contra la violencia patriarcal de los conflictos armados, denunciando los vínculos tan estrechos que existen entre masculinidades dominantes y militarismo, y cómo la violencia contra las mujeres en los conflictos armados no es sino una ampliación de la violencia contra las mujeres que sucede en tiempos de paz. No puede entenderse la violencia contra las mujeres en la guerra sin tener presente que una de cada tres mujeres (el 35%, según las cifras de la Organización Mundial de la Salud referidas a 2013) en el mundo ha sido víctima de la violencia de género alguna vez en su vida.
Las organizaciones de mujeres que trabajan por la paz han abrazado múltiples causas: el fin de los conflictos armados y la búsqueda de salidas negociadas a la violencia, el antimilitarismo, la abolición de las armas nucleares, la defensa del medio ambiente, la denuncia de la violencia sexual como arma de guerra, la denuncia de las desigualdades económicas, la discriminación y las injusticias sociales, entre otras muchas. La paz positiva, la paz cargada de múltiples significados y no la mera ausencia de violencia directa,Si, por ejemplo, la violencia sexual como arma de guerra ocupa actualmente un lugar importante en la agenda internacional sobre paz y seguridad es gracias al esfuerzo de las mujeres, que tras los terribles conflictos que asolaron los Balcanes y Rwanda durante los años noventa denunciaron internacionalmente como la violencia sexual había sido utilizada de manera sistemática y generalizada como un arma de guerra en estos contextos, lo que llevó a su inclusión en el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional. Se abrió así una puerta importante a su persecución y castigo.
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