Otro mundo es posible.
Retoñarán aladas de savia sin otoño
reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida
Porque soy como el árbol talado
que retoño, Y aún tengo la vida ( Miguel Hernandez)
Nos toca desear otro mundo posible, y sufrir el que tenemos.
De tanto soportar una frustración nos acostumbramos a ella. Caminamos por la vida llevando esa carga hasta que la incorporamos y ya no distinguimos dónde comienza la mochila y donde termina mi espalda. Es lo que llamamos la naturalización del malestar. Uno de los desafíos de los sanadores es convencer a los pacientes que el peso que cargan es ajeno a su destino y que si lo naturaliza como parte de su esqueleto no puede crear nuevas maneras de vivir.
Sin embargo hay dolores que vienen para quedarse …”El que quiera seguirme cargue su cruz y me siga” Pero algo que debemos agregar a esa sentencia es que dijo también “Mi yugo es suave y mi carga es liviana” Cosa que solemos olvidar….
Lo más difícil de creer en el mundo de la fe, es que “La gloria de Dios es que el hombre viva” Es decir que la mayor reverencia a la majestuosa presencia de Dios que algún día veremos cara a cara, es la expansión de mi vida. Créanme que tal como está el mundo es más fácil creer en el infierno que en el reino de los cielos. Simplemente porque lo hemos naturalizado.
Si observás con detenimiento tu mundo interno probablemente descubras el continuo emerger de miedos, molestias, enojos, tristezas, ansiedades y pensamientos negativos que bañan la orilla de tu alma constantemente. Mientras Jesús , el Dios con nosotros, grita a los cuatro vientos “he venido a traer fuego a este mundo y cuánto desearía que estuviera ardiendo” la realidad es que un frío gélido, intemperie y orfandad es lo que vemos ….si es que la vemos!!! Ya nos acostumbramos a este invierno existencial ¿ No es cierto?
Tal vez tengas un refugio de Netflix, celulares, lebacs, libros de autoayuda, porros , vínculos o amigos que te abriguen, pero déjame decirte que en el fondo en el fondo sabés que son como fosforitos frágiles que encendemos en la oscuridad. Duran un rato, calientan un poco y no son demasiados. Y si se terminan
Vuelvo al punto: podemos dopar nuestro deseo pero siempre será una sombra reclamando QUEREMOS OTRO MUNDO!
Un mundo más lento que avance a marcha de caminante humano. Un mundo que alcance la vacuna universal contra el hambre y la miseria. Un mundo que consuma más belleza que cosas. Que comparta sentidos capaces de ahuyentar el absurdo de vivir un aislamiento aterrador. Un mundo hospitalario. Un mundo blando. Un mundo firme. Un mundo con piel. Un mundo leudable. Un mundo sabroso.Un mundo calentito. Un mundo que merezca su nombre en la inmensidad del universo. ¿Qué mundo deseas vos? Tengo una gran noticia: probablemente Dios desea lo mismo…
“Y si Dios está con nosotros ¿ Quién contra nosotros?” ( Rom 8,31)
Creemos que la tierra prometida está cada vez más lejos, pero a veces el descenso es solo una vuelta necesaria en el espiral que asciende. Hay un libro que se llama “El Paraíso a la vuelta de la esquina” Tal vez es como la más densa oscuridad que precede los minutos previos al amanecer. Como sea, es necesario no acostumbrar al deseo a agonizar. No creer que a sido el destino el que puso esa joroba en la espalda que me exige mirar para abajo, sólo el metro cuadrado donde piso cada día las rutinarias baldosas de siempre. Es necesario soportar el dolor de la vigilia, de la militancia, de la sagrada indignación, de la resistencia a no ser un Rinoceronte más que arremete ciego contra el vecino, la heladera, los hijos o cualquier estúpido” otro”. Es necesario encender fueguitos de utopías diariamente convocar al cuidador del fuego, la guardiana de la ternura, el guerrero de la indignación, el buho de la noche que espera despierto, con los ojos redondos de vigilancia las primeras luces del amanecer y remonta vuelo.
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