El Bienhechor da, eso lo define e identifica. Arquetipo generalmente asociado a las mujeres está atravesado por imágenes de nutrición y cuidado.
Pero, ¿Por qué da el Bienhechor? ¿Responde a lo que se espera de él o elige?
¿Qué, cuánto y cómo da?
Da “hasta la camisa que tiene puesta de buena/o que es”?,
¿Da lo que le sobra? ¿Da aún necesitándolo?
¿Da “por qué hay que sembrar para cosechar”?
¿Da por que considera que es su obligación?
¿Da para ser re-conocido y admirado?
Hacernos estas preguntas pueden llevarnos a captar los matices de nuestro Bienhechor y el riesgo que el mismo se transforme en un Mártir sufriente y demandante que reactive el Huérfano que se encontraba agazapado.
Dar es un acto espontáneo que debe entrañar alegría y transformación, si no es así algo nos está indicando “un ruido” algo que no está bien. ¿Queremos dar lo que damos? ¿Estamos dando para que se den cuenta y nos den?. Probablemente la espera será frustrante y nos impedirá salir a buscar lo que deseamos.
Dar es sacrificar algo que tenemos (tiempo, dinero, energía) para brindarlo a otros. Tomar decisiones sobre qué, a quién, cómo y cuánto dar nos ayuda a discriminar y a descubrir quienes somos.
“No se puede dar lo que no se tiene” dice un viejo proverbio. Amarnos y cuidarnos a nosotros mismos nos capacita para amar y cuidar de una manera más saludable y permite que la persona objeto de cuidados crezca pero no pierda de vista las necesidades del cuidador.
El Guerrero discriminaba claramente entre el y los otros, ponía límites, evaluaba posibilidades. El Bienhechor debe sumar a esas capacidades el cuidado y las necesidades de otros, pero sin dejar de escuchar las propias.
¿Dar es mejor que recibir? ¿Qué siento cuando doy?
Y una pregunta especial ¿Cuándo doy ayudo a que el que recibe se transforme?