Aguilas del Desierto es una organización de voluntarios en los Estados Unidos. Co-fundada por Ely Ortiz en 2009, su objetivo es buscar migrantes o trabajadores migratorios indocumentados que se pierden al cruzar la frontera entre México y Estados Unidos
CHARLAMOS HOY CON OCTAVIO SORIA, VOLUNTARIO…
Octavio Soria, conocido entre los voluntarios como Chaparrito, carga en su mochila una cruz que sembrará en la tierra si encuentra los restos de Raúl en el desierto.
La cruz de madera pintada de blanco fue donada por la congregación de las hermanas felicianas de América del Norte, para honrar la memoria de los migrantes que fallecen en el intento por llegar a Estados Unidos.
La frontera entre México y Estados Unidos es el paso migratorio terrestre más peligroso del mundo, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).
En esta frontera ocurrieron casi la mitad de las 1.457 muertes y desapariciones de migrantes documentadas en el continente americano en 2022, aunque la OIM advierte que la cifra está subestimada por falta de datos oficiales de los gobiernos de México y Estados Unidos.
La noche anterior a la búsqueda, Chaparrito condujo siete horas hasta el campamento de las Águilas del Desierto en Ajo, un pueblo en el sur de Arizona ubicado a menos de 90 kilómetros de la frontera con México.
Dado que el campamento todavía no dispone de instalaciones formales, Chaparrito durmió aquella noche dentro de una carpa después de rociar repelente para ahuyentar a las serpientes, ratones, alacranes y hormigas.
A las 4:00 de la mañana, los 15 voluntarios que participan en la búsqueda se alumbran con linternas mientras cargan las camionetas con radiotransmisores, frutas, botellas de agua y suplementos de electrolitos, para reponer los minerales que perderán a través del sudor.
La deshidratación es la principal causa de muerte entre los migrantes que atraviesan el desierto de Sonora, el más cálido de América del Norte, con temperaturas que se aproximan a los 50ºC.
Aunque el calor y la falta de acceso a ríos y arroyos amenazan la vida de los migrantes, muchos escogen atravesar el desierto de Sonora porque hay menos vigilancia que en otros puntos fronterizos como California, Nuevo México o Texas, donde el paso está bloqueado por muros, boyas y alambres de púas.
Después de decenas de búsquedas, los voluntarios han comprobado que deben llevar al menos 13 botellas de agua cada uno: diez para consumo propio y otras tres para entregarlas a algún migrante vivo que encuentren en plena travesía.
La clave es beber el agua a sorbos durante la caminata, para evitar síntomas como fatiga, dolores de cabeza o mareos.
Al igual que otros voluntarios, Chaparrito viste una camiseta amarilla fosforescente para distinguirse del marrón y verde que dominan el paisaje, botas para pisar las vigorosas espinas de los arbustos y coberturas hasta las rodillas para evitar las mordeduras de serpientes.
También lleva lentes y sombrero para protegerse del sol que aún no despunta.
Un amuleto cuelga de su mochila: el zapato de un niño que recogió en un operativo por el desierto de California, entre San Diego y Tijuana. Le gusta pensar que aquel “zapatito” quedó atrás cuando los padres del niño partieron de madrugada, después de haber descansado bajo el árbol donde lo encontró.
“Este zapatito me ha acompañado durante los tres años que he sido voluntario con las Águilas del Desierto”, cuenta mientras verifica que lleva agua suficiente para la jornada.
Hace 34 años, cuando Chaparrito tenía 14, su madre lo envió a Estados Unidos con un tío desde Querétaro a través del desierto de California. Cada vez que participa en una búsqueda, piensa en el sacrificio que significó para ella separarse de él.
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