¡CRISTO HA RESUCITADO, ALELUYA!
El Evangelio de la RESURRECCION lo anuncia a toda voz… Es la mejor noticia que podíamos recibir los hombres y las mujeres de esta sociedad nuestra, tan desilusionada, enfrentada, violenta e injusta.
Hermanos, Cristo ha Resucitado para nuestra salvación, ahora sabemos que Dios es incapaz de defraudar las esperanzas de quienes le invocan como Padre. Dios es Alguien con fuerza para vencer la muerte y resucitar todo lo que puede quedar muerto.
Ahora sabemos que Dios es Alguien que no está conforme con este mundo injusto, en el que los hombres somos capaces de crucificar, incluso al mejor hombre que ha pisado nuestra tierra. Dios es Alguien, hermanos, empeñado en salvarnos por encima de todo, incluso, por encima de la muerte.
Mirad, con Jesús Resucitado, ni el mal, ni la injusticia, ni la muerte tienen ya la última palabra. Con Jesús Resucitado, la vida no es un enigma sin meta ni salida. Porque, conocemos ya, de alguna manera, el final.
No olvidemos: Hoy la fe nos dice que, a esta vida crucificada, vivida con el espíritu de Jesús, sólo le espera la resurrección. Por eso, nuestra perspectiva, nuestro horizonte es sugestivo, tiene futuro: Todos aquellos que luchemos por ser cada día más humanos, un día lo seremos. Todos aquellos que trabajemos por construir un mundo más habitable y justo, un día lo conoceremos. Todos los que, de alguna manera hayamos creído en Cristo y hayamos vivido con su espíritu, un día lo gozaremos, sabremos lo que es VIVIR, con mayúsculas.
Escuchad bien lo que el mismo Jesús nos dice: “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá. Y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees tú esto?” (Jn 11, 25). Esta es la pregunta que hoy nos hace el mismo Jesús.
Ahí, precisamente en tu respuesta, te juegas el sentido de tu vida y la esperanza de tu muerte. ¿Nos lo pensamos en un momento de silencio?
¿Dónde encontrar a Dios?
Dios es original y desconcertante. Su lógica en nada coincide con nuestra lógica . De Melo cuenta una historieta en la que pone de manifiesto estas curiosidades de Dios.
Entre tantas de sus cosas, un día a Dios se le ocurrió bajar al mundo a divertirse con los hombres jugando con ellos al escondite. Como no estaba acostumbrado a esos juegos, consultó primero con los ángeles.
¿Dónde encontraría el mejor escondite para que los hombres no pudiesen dar con él? Algunos le dijeron: “Lo mejor es que te escondas en el fondo del mar. Allí nadie te irá a buscar”. Otros le aconsejaron que el mejor lugar sería el cementerio del pueblo. Con el miedo que tiene la gente a los muertos, jamás se les va a ocurrir buscarlo allí. De pronto escuchó a hablar de un gran sabio que había en la tierra. Y Dios se dijo a sí mismo: mejor le consultó al sabio porque debe conocer muy bien a los hombres. Cuando Dios le consultó al sabio, éste muy sereno le respondió: “Si no quiere que nadie le encuentre, escóndase en el corazón de los hombres. Y verá que allí nadie lo va a buscar”.
Siempre es más fácil buscar lejos. ¿Será por eso que las grandes noticias también vienen siempre de lejos? Es que las de cerca pareciera que no tienen interés. Y por eso conocemos mejor a los de fuera que a los de dentro. Sabemos mucho de los que están lejos y sabemos muy poco de los que tenemos en casa.
Tenía un compañero en el Seminario. En aquel entonces era costumbre entre nosotros los estudiantes, a la noche en la oración, hacer una breve reflexión a los compañeros. Este buen compañero siempre comenzaba diciendo: “Dice un filósofo chino….” “Dice un filósofo griego…” Nunca decía el nombre del filósofo. Un día, le pregunté: “Oye, quién es ese filósofo chino a quien has citado”. Con mucha malicia me respondió: “Yo”. Pero si digo que soy yo ninguno de vosotros me creeríais, pero cuando lo digo en nombre de un filósofo, todos me creéis”.
A parte de la falta de confianza y seguridad en sí mismo, ponía de manifiesto la mentalidad de los que le escuchábamos. No creemos a los nuestros. No creemos a los que tenemos cerca. Mejor escuchamos a los de lejos a quienes no conocemos.
Y Dios no se revela desde lejos, sino que se revela acercándose siempre al hombre. ¿A caso la encarnación no significa la cercanía de Dios al hombre? Siempre nos lo imaginamos “en el cielo”, cuando en realidad, Dios vive mucho más en la tierra donde tiene los tesoros de su corazón que somos las personas. Cuando queremos vernos con Dios, lo primero que pensamos es: “tengo que ir a la Iglesia”.
¿A cuántos se les ocurre visitar a Dios en el propio corazón?
¿A quién se le ocurre pensar que el mejor lugar de Dios y donde Dios mejor se siente, no es el templo vacío, sino el Sagrario del propio corazón?
¿A caso, cuando tú quieres quedarte un rato a solas con El, lo primero que piensas no es: “me voy a la Iglesia”?
A todos nos cuesta mucho creer eso que tantas veces hablaba Jesús: “El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él”. “El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí”. “Tú en mí y yo en ellos”.
¿Quieres encontrarte con El? Búscalo en tu corazón.
¿Quieres verlo? Míralo habitando tu corazón.
¿Quieres hablar con El? Háblale en tu corazón.
¿Quieres adorarle? Adórale en tu corazón.
¿Quieres alabarle? Alábalo en tu corazón.
¿Quieres contarle tus cosas? Cuéntaselas en tu corazón.
No tienes por qué ir tan lejos. Porque lo tienes demasiado cerca. Dentro de ti mismo.
Además lo puedes ver, cerrando tus ojos.
Le puedes hablar sin necesidad de palabras.
Le puedes adorar sin necesidad de ponerte de rodillas.
Este fue el problema de la Pascua para María Magdalena y los discípulos.
Lo buscaban entre los muertos y El estaba jugando con las flores en el jardín.
Lo buscaban entre los muertos y El estaba divirtiéndose con los vivos.
Lo buscaban en el sepulcro y El estaba ya en sus corazones.
La Pascua de Resurrección fue un verdadero jugar de Dios con los hombres al escondite.
Resucitó donde menos ellos lo podían esperar.
Pensaron en un robo, y él estaba escondido en su propio corazón.
Pensaron en un muerto, imposible dar con Él si estaba vivo.
Miraban a la oscuridad del sepulcro, y El disfrutando del bello sol del jardín.
Lo que ellos consideraban “tristeza”, era El empujándolos a descubrirlo.
Lo que ellos consideraban “vacío”, era El empujándolos a encontrarlo.
Como a nosotros…