Toda la literatura bíblica que habla del desierto se refiere un lugar de encuentro con Dios
Oseas 2:14 «Por eso la seduciré: la llevaré al desierto y le hablaré al corazón.». Es un pasaje poético que expresa el deseo de Dios de restaurar y renovar su vínculo de amor con su pueblo.
Juan 1:23: «Él dijo: Yo soy la voz del que clama en el desierto: Enderezad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías».
Salmos 63:1: «Dios, Dios mío eres tú; de madrugada te buscaré; mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela, en tierra seca y árida donde no hay aguas».
Pero el desierto es un lugar paradójico, ambivalente; una tierra despojada de lo esencial para la vida. Ni agua, o aguas amargas, ni comida, ni cobijo, ni alivio. El desierto inesperado, no buscado se caracteriza por la aridez, la sequedad, el sinsentido e incluso la desesperanza. La oscuridad parece invadir el espacio y el desconcierto amenaza con introducirnos en una espiral de vacío.
Vivimos en estos tiempos en un desierto impuesto: pobreza creciente, incertidumbre, angustias económicas, laborales y sociales. En este éxodo de sueños y deseos ¿Qué valor puede tener el despojo, la carencia, y el agobio de una crisis como la que vivimos? ¿Acaso hablaremos del valor del desapego cuando no podemos pagar el alquiler, comer saludablemente o pagar los servicios? ¿Hablaremos de la purificación que Dios hace de nuestro corazón con estos ayunos impuestos? dolor por perder lo que tantos años costo construir…amenazas a la salud, hospitales colapsados, crisis de padecimientos mentales, y en medio de este dolor, los aullidos de un presidente buscando culpables y amenazando con dañar al pueblo para castigar a los gobernadores, legisladores y cuanto funcionario disienta con sus mandatos.. ¡Qué desierto de esperanza!
Hay que cuidarse mucho de presentar el desierto como el que se lo eligen como un lugar para silenciarnos, reconectar con nuestro centro y apartarse del mundanal ruido. Este es un desierto con tintes románticos que nada tiene que ver con el que transita el pueblo trabajador aturdido de tantos años de sequía política y económica.
Sin embrago no podemos negar la tradición bíblica. El desierto, es un lugar ambivalente: por un lado, es el escenario de las mayores dificultades, donde el ser humano, sin seguridades a las que aferrarse, se siente sometido a las pruebas más duras; por otro, sin embargo, aparece como el espacio en el que se goza de una especial intimidad con Dios: Isaías 35:1: «El desierto y la tierra seca se regocijarán; el páramo se alegrará y florecerá como el narciso».
En esa ambivalencia transita la tensión de la fe Es entonces cuando puede producirse el milagro de unir dos puntas de un mismo lazo: acoger nuestro dolor y florecer como el narciso Acertaba Leonard Cohen cuando decía: “Hay una grieta, una grieta en todo. Por ahí es por donde entra la luz“. Y Carl Jung: “No es posible despertar a la conciencia sin dolor. Uno no alcanza la iluminación fantaseando sobre la luz sino haciendo consciente la oscuridad”.
Este sábado en Radio Galilea conversemos sobre la clase de cuaresma que nos propone la realidad .
¿Qué te sugiere el Espíritu en este desierto argentino? ¿Qué manantial podemos crear para alimentar el alma y el cuerpo de nuestro pueblo?
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