EL ARTE DE TEJER LA VIDA

¿Qué llevaría a una empresaria exitosa de una multinacional a dejar súbitamente su carrera y volver a su aldea natal, en medio del desierto, para dedicarse a TEJER?

La decisión la tomó Graciela Gaspar fundadora de la Asociación de Tejedoras Kippus que fue elegida para hacerle una ruana al Papa Francisco, obsequio de 36 artesanas de todo el país que unieron sus sabidurías ancestrales para mostrar la fuerza de las mujeres originarias.

Graciela tiene una historia tejida de aprendizajes milenarios, silencios abisales, lazos entrañables entre mujeres que crían solas sus hijos, con el calor de sus tejidos y la mansedumbre de los telares. El éxito de su carrera gerencial no alcanzó a sustituir el valor de aquella perla por la cual no dudo en entregarlo todo para volver a esas cosas simples donde amó la vida.

Cieneguilla es un pueblo de 1200 habitantes. El primero, o el ultimo según se mire, de la Ruta 40, a 5 km de Bolivia. Allí nació y creció Graciela, entre paredes de adobe y techo de paja, en la inmensidad del desierto puneño. Aprendió desde pequeña el arte de subsistir tejiendo junto a su madre y su maestra de grado. La primera colcha que terminó siendo niña, la abrazó para toda la vida…

En medio de ese “hormiguero pateado” que es Buenos Aires ( frase de Yupanqui) se preguntó que hacía ella vendiendo ollas para una multinacional y la respuesta fue simple concreta y efectiva. Haciendo un giro de 180 grados volvió a hilar lana de llama, teñirla con quinchamal y cochinilla y anudarse a otras mujeres en la Asociación de Tejedoras Kippus en Cieneguillas

Veinte años después sus tejidos circulan por ferias nacionales e internacionales, se valora la calidad de técnicas milenarias y le entregó a Francisco el hilado colectivo de mujeres originarias. Pero los Kippus 😊 nudos que los abuelos hacían para contar) que trenzó en su corazón la ataron definitivamente a esos cielos: mantas estrelladas que arropan la noche.

Un antropólogo dedicado a la investigación textil en diferentes culturas del mundo, escribió un bellísimo libro que guardo como un tesoro. Su conclusión final podría resumirse en una frase: “cuando la vida pende de un hilo, un tejido puede ser un lazo”. Doy fe que es así.

Graciela nos contará el arte de tejer lanas, vínculos, sueños y amores. Tal vez quien me lea está también sintiendo el llamado de volver a casa…esa, digo, donde la vida es una simple epopeya cotidiana y colectiva.

Poné la pava, prepará el mate y sentate a charlar con nosotras …

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