EL PENSAMIENTO MÁGICO… QUE NOS RODEA….

Pensamiento mágico
Antes de entrar de lleno en la explicación del significado de pensamiento mágico, es necesario que procedamos a determinar el origen etimológico de las dos palabras que conforman el término. En concreto, al hacerlo descubrimos las siguientes características:

  • Pensamiento, emana del latín. Más exactamente podemos determinar que procede del verbo “pensare”, que puede traducirse como “pensar”.
  • Mágico. Este es un vocablo que tiene su procedencia en el griego, en la palabra “mageikos” que significa “relativo a lo natural”. Aquella está conformada por dos partes muy bien diferenciadas: “magos”, que es sinónimo de “mago”, y el sufijo “–ico”, que es equivalente a “relativo/a”.

La noción de pensamiento mágico hace referencia a una forma de pensar que se basa en la imaginación, las tradiciones, las emociones o la fe, lo que hace que sus expresiones carezcan de una argumentación lógica.
El pensamiento mágico es universal y siempre ha formado parte inseparable del ser humano. Inicialmente, la magia precedía a la ciencia y ambas podían coexistir como participantes legítimas.  En la actualidad, lo mágico es un fenómeno que tiende a relegarse a los niños, al pensamiento primitivo, a las supersticiones, a la parapsicología o a la psicopatología. Algunos autores brindan una visión más amplia y positiva del pensamiento mágico, al considerarlo no sólo como característico de la conducta externa del hombre para lograr el control de la naturaleza, propiciando la realización de sus deseos, sino que además sirve para alcanzar el dominio sobre sí mismo al disminuir la angustia, recurriendo al pensamiento mágico que le permite controlar lo que percibe como incontrolable.
Por otro lado, existe el concepto popular de la superstición que se refiere a una falsa creencia basada en la ignorancia, que forma parte del pensamiento mágico. Personas que aseveran no creer en la suerte, se rehúsan a tentarla debido al miedo a ser arrastrados por estímulos negativos. Otras investigaciones establecen que el imaginar un evento parece hacer que ocurra con más probabilidad, debido al fenómeno de la sugestión, lo cual nuevamente lleva a asociarlo con la presencia completa o parcialmente de este tipo de pensamientos. Religion_dm_500
Quienes recuerden la final del Mundial 2014 tal vez crean que la Argentina perdió por la mala definición de Palacio, la tarde poco inspirada de Messi, la pérdida de la marca de Demichelis o el rapto de inspiración de Götze en aquella fatídica jugada sobre el final del alargue. Pero la realidad es otra. Nada de eso tuvo que ver con el resultado. La verdadera razón por la que perdimos la Copa es que ese día, mi amigo Martín no se puso su camiseta de la suerte, la misma que nos había hecho pasar de ronda desde los octavos en adelante. Esa es la triste verdad. Si estás pensando que me volví loco es porque ahora, meses después y enfriadas las pasiones, la idea de que la remera que utilice un espectador a miles de kilómetros de distancia determine el ganador se ve desenmascarada en todo su sinsentido. Nadie en su sano juicio creería que esa haya sido la causa. Sin embargo, en vísperas de aquel partido una proporción grande de personas eligieron en qué sillón sentarse, con quién verlo o qué ropa usar para respetar una cábala.  Fuera del fútbol, es frecuente ver a alguien en la cena ponerse tenso cuando pide el salero e intentamos entregárselo en la mano. O tocar madera para evitar que algo malo les suceda. Hay países donde ciertos edificios no tienen piso 13, como si llamar 14 al que sigue al 12 hiciera alguna diferencia. Estas y otras supersticiones similares son la evidencia más clara del pensamiento mágico: la creencia en que las cosas pueden tener causas sobrenaturales, que escapan a la lógica o la explicación científica.
En una encuesta realizada, el 84% de la gente dice no ser supersticiosa. Y sin embargo, enfrentados a una lista, más de la mitad de las personas tienen 3 o más supersticiones.
Creer es imprescindible: no es posible validar cada vez todo dato. Por esa misma razón es esencial elegir bien en qué creer. Por ejemplo: si alguien sostiene que puede curar una contractura haciendo masaje en el lugar, podemos creer en eso sin mucho análisis. Porque suena plausible y porque el costo del error es bajo. Si ahora sostiene que haciendo un masaje en mi espalda puede lograr la paz mundial, tampoco hace falta análisis: es un embustero. Pero el problema surge en las situaciones intermedias: cierta rama de la medicina alternativa llamada reflexología sostiene que con un masaje en el pie puede tratar todas las partes del cuerpo. Es hora de encender las luces amarillas de nuestro escepticismo: sin una explicación causal aparente, no podemos adoptar esa creencia sin investigar con profundidad lo que nos proponen. ¿Qué evidencia científica existe al respecto?
En un mundo que nos enfrenta a un futuro cada vez más complejo, es imprescindible tomar buenas decisiones y eso requiere elegir bien en qué creemos.
Todas las supersticiones siguen la misma confusión… Creo que la causa de mi mal día se debe a pasar por debajo de una escalera o ver un gato negro. En teoría este tipo de falacias son cancer-pensamiento-magicofácilmente refutables. Si tengo que hacer un difícil examen y al realizarlo llevo conmigo una estampita de San Fulano, y resulta que apruebo, afirmaré que la estampita me dio suerte para aprobar. Dos fenómenos que se dan a la vez en el tiempo (llevar la estampita y aprobar) se relacionan causalmente.  Pero, ¿no tendrá más relación el haber estudiado que el llevar la estampita? Prueba a hacer otro examen haciendo todo igual que siempre pero sin la estampita de San Fulano. ¿Mismos resultados? La causa de tu aprobado no tiene nada que ver con la estampita. Asunto resuelto. Sin embargo, los supersticiosos no suelen operar de esta manera (que sería la estrictamente racional), sino que los casos negativos que refutan su tesis no sirven para nada. Tras seis exámenes suspensos siguen llevando la estampita, ¿por qué? Porque su forma de actuar está dominada en mayor o menor medida por el pensamiento mágico, y esta forma de pensar (o de no-pensar) no sigue patrones estrictamente racionales: refutar una creencia no la anula, sólo la vuelve más misteriosa. Si suspendí a pesar de llevar la estampita es porque Dios, esta vez, no quiso ayudarme y como su sabiduría es infinitamente superior a la mía, yo no soy quien para poner en duda su buen hacer. Los caminos del Señor son inescrutables…
 

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