La intimidad emocional es vital para que nuestros hijos puedan venir a nosotros y nos cuenten lo que más les preocupa, les asusta, les molesta, les inquieta, les interesa, les apasiona e incluso, explicarnos eso que están necesitando y no obtienen de nosotros.
La peor experiencia que le puede pasar a un niño, no son las vivencias hostiles a las que pueda estar expuesto (gritos, peleas, abusos, maltrato, falta de respeto, miedo…) si no la soledad con la que tiene que vivirlas por falta de intimidad emocional en su hogar y especialmente con mamá. Esta falta de intimidad emocional le deja vulnerable, solo e inseguro ante dichas experiencias. Si no hay intimidad emocional, un niño no podrá sentirse lo suficientemente seguro y protegido, como para poder buscar refugio en nosotros. Si los niños no nos cuentan o no comparten con nosotros, es porque no hay un ambiente suficientemente seguro y amoroso para ello.
Quienes debemos crear dicho ambiente somos los adultos.
Un niño necesita y debería poder tener voz y esa voz debería ser escuchada. Esa voz, la debería poder tener en casa primero, para luego poder sentirse seguro de expresarla fuera. Por ejemplo, muchos abusos sexuales y malos tratos se viven en silencio y en soledad, precisamente por falta de intimidad emocional. El niño o niña no tiene a quién poder acudir, ya que no ha habido ni encuentra escucha activa, ni comprensión, ni empatía. Es vital que los niños tengan la confianza absoluta de que nosotros estamos por y para ellos, y que siempre estaremos de su lado pase lo que pase.