La 31ª Jornada Mundial de la Juventud Cracovia 2016 está entrando en su recta final, y lo hace atravesando la Puerta de la Divina Misericordia.
Fue Faustina Elena Kowalska, la mística polaca beatificada en 1993 y canonizada por san Juan Pablo II en el año 2000, la que difundió la devoción a la Divina Misericordia. Y fue el papa Wojtyla el que instituyó la fiesta de la Divina Misericordia en el primer domingo después de Pascua.
Convocando el Año Jubilar de la Misericordia, el papa Francisco ha marcado una línea más de continuidad con su predecesor, cuya memoria ha estado muy presente en toda la jornada de hoy sábado 30 de julio. El Santo Padre ha celebrado la Eucaristía con los sacerdotes, religiosos/sas, seminaristas y laicos polacos en el santuario dedicado a San Juan Pablo II; a su derecha ha concelebrado el que fue durante muchos años su fiel secretario, monseñor Stanislaw Dziwisz, hoy arzobispo de Cracovia.
A estas horas, centenares de miles de jóvenes están recorriendo a pie (son doce kilómetros) el camino que les conduce al Campo de la Misericordia, donde esta tarde tendrá lugar una vigilia de oración y mañana domingo la eucaristía de clausura.
Tras cruzar la Puerta Santa, el Papa pide a los jóvenes que superen sus miedos
El Papa se lo dijo a los jóvenes el jueves: “No os llevéis por los vendedores de humo”. El viernes les ofreció el camino de la felicidad, la cruz de Cristo. Y hoy sábado 30 de julio, en la vigilia de oración de la 31ª Jornada Mundial de la Juventud, les ha dado una motivación: “¿Queréis que otros decidan el futuro por vosotros?”.
Puede que este viaje a Polonia sea una de las visitas en las que el Papa se haya salido menos del guión; apenas ha improvisado en sus discursos, pero eso en absoluto les ha restado fuerza. Las metáforas son muy habituales en él, y esta tarde-noche en Cracovia ha utilizado dos, la futbolística: “Dios solo acepta jugadores titulares en la cancha, no hay espacio para suplentes”, y la que describe una apatía muy común: “Creer que para ser feliz necesitamos un buen sofá. Un sofá que nos ayude a estar cómodos, tranquilos, bien seguros. (…) Para muchos es más fácil y beneficioso tener a jóvenes embobados y atontados que confunden felicidad con un sofá; para muchos eso les resulta más conveniente que tener jóvenes despiertos, inquietos respondiendo al sueño de Dios y a todas las aspiraciones del corazón”.
Frente al riesgo de caer en la parálisis de la “sofá-felicidad”, el Papa llama a los jóvenes a ser “protagonistas de la historia”: “Jesús no es el Señor del confort, de la seguridad y de la comodidad. Para seguir a Jesús, hay que tener una cuota de valentía, hay que animarse a cambiar el sofá por un par de zapatos que te ayuden a caminar por caminos nunca soñados (…). Ir por los caminos siguiendo la ‘locura’ de nuestro Dios que nos enseña a encontrarlo en el hambriento, en el sediento, en el desnudo, en el enfermo, en el amigo caído en desgracia, en el que está preso, en el prófugo y el emigrante, en el vecino que está solo“.
“Dios espera algo de ti, Dios quiere algo de ti, Dios te espera a ti. Dios viene a romper nuestras clausuras, viene a abrir las puertas de nuestras vidas, de nuestras visiones, de nuestras miradas. Dios viene a abrir todo aquello que te encierra”, siguió alentando el Pontífice.
Y asegurándoles que “hoy Jesús te te llama a dejar tu huella en la vida”, terminó su discurso pidiendo al millón y medio de asistentes que unieran sus manos para construir “un puente humano. No por la fotografía, sino para seguir construyendo puentes más y más grandes. Que este puente humano sea semilla de tantos otros; será una huella”.
Una Puerta Santa y una oración por Siria
La celebración comenzó cuando Francisco llegó al Campus de la Misericordia a las afueras de Cracovia y, de la mano de varios jóvenes representantes de los cinco continentes, cruzó la Puerta Santa de la Misericordia, como gesto del Jubileo que la Iglesia está celebrando este año.
Ya en el escenario –donde luego tendría lugar la adoración al Santísimo–, un grupo de actores interpretaron varias escenas referidas a la misericordia, y tres jóvenes narraron su testimonio. Una de ellas era Rand Mittri, siria de 26 años, quien acabó su duro relato pidiendo a los presentes que rezaran “por mi amado país”.
Y Rand tomó la palabra
Rand toma la palabra. Tiene 26 años. Viene de Alepo. No hay más que decir de ella. Hasta ahora, en la JMJ de Cracovia los refugiados y las víctimas de la guerra habían sido protagonistas en abstracto. En la vigilia con Francisco han tomado la palabra en la voz de esta joven siria. Al atardecer. “El significado de nuestras vidas ha sido interrumpido”, cuenta esta estudiante de ciencias ambientales sobre un conflicto que no tiene viso alguno de terminar.
Colabora con los salesianos en un centro de acogida donde atienden a más de 700 personas. Es fácil imaginarse cómo se siente. “Me resulta muy difícil darles alegría y esperanza cuando yo misma siento que parte de mi vida también está arruinada”.
Aun así, no se detiene: “Así he descubierto que Dios existe a pesar de nuestro dolor. Es más, existe a través de nuestro dolor, donde nos muestra su amor”.
Ovaciones. Tristeza. Empatía. Dolor compartido cuando relata la muerte de varios de sus amigos, con nombres y apellidos: Antoine, William… “Nos han robado nuestros sueños”.
Protagonista de la noche, de la mano de Francisco, que pidió a la multitud rezar por Siria y por los demás conflictos que asolan la tierra, por las guerras internas de cada uno. De la mano en silencio.
Así se dirige a los jóvenes que han vivido la JMJ con más medidas de seguridad de la historia, fruto de la amenaza islamista que es capaz de colarse y generar miedo y terror, lo mismo en una parroquia de Alepo que de Normandía. Desde allí, lanzó el mensaje más directo del líder de los católicos a todo aquel que pretenda o busque generar una guerra bajo el amparo de la religión o de cualquier ideología, con las siglas del ISIS, de Boko Haram… “Nosotros no vamos a gritar contra nadie, no vamos a pelear, no queremos destruir. No queremos vencer al terror con más terror”.
Si el “Capito?” del vuelo papal no dejó lugar a dudas de que, para Bergoglio, islam no es sinónimo de violencia, ahora rubrica el protocolo de actuación de todo aquel que se haga llamar católico ante cualquier ataque o asedio. “Nuestra respuesta a este mundo en guerra tiene un nombre: se llama fraternidad, hermandad, comunión, familia”. Aplausos a Francisco. Todo, con unas dosis permanentes de oración.
Me interpela que el Papa exponga este manual de instrucciones para todo creyente en el Campus de Misericordia, rodeado de una nueva generación de cristianos a los que se les deja un mundo herido y parcheado. A una generación que, sobre sus saco
s de dormir y radio en mano para escuchar la traducción simultánea, ven en el Papa argentino alguien de quien fiarse. Un líder que no les pone paños calientes. Que les abre la ventana a Siria. Para que no se les llene la boca con los refugiados, sino para que se les colapse el corazón con Rand.