Muerto el perro¿Se acabó la rabia?
No. La rabia también está en los murciélagos nocturnos (entre otros)
La infección de la corrupción está instalada hace mucho en nuestra sociedad y naturalizada la costumbre de pagar «atenciones» para ganar una licitación, evitar una multa, acelerar un trámite, evadir impuestos, conseguir un puesto, callar un diario, comprar un periodista, ganarse indulgencias y hasta seducir a una persona.
Algunos pagan y cobran con regalos, sexo, plata, primeras planas, artículos periodísticos, premios , votos o bendiciones.
¿Es más corrupto esconder la plata en un convento o en un paraíso fiscal?,
¿Los gobiernos liberales son más transparentes que los populistas?,
¿Es la corrupción una carta de golpe mediático judicial de los grande intereses financieros para destituir gobiernos populistas?.
Un gobierno que asume debe disponer de aproximadamente 30.000 funcionarios públicos nacionales. Según algunos se estima que el 30% de los argentinos intervienen alguna vez en arreglos ilegales. Si sacamos de estos argentinos los que nunca tienen nada para arreglar nada, el porcentaje de corruptos por las causas que sean es alarmante. ¿Cómo garantizamos que no estén entre esos 30.000?.
Si uno dijera «levante la mano el que nunca evadió impuestos, negreó a un empleado, coimeó a una autoridad, dibujó números, mintió en declaraciones juradas o mintió a su público, o escondió a un corrupto». ¿Cuántos arrojarían la primera piedra?.
Estas preguntas no intentan suscribir «mal de muchos consuelo de todos» sino dejar de distraernos con las películas, casi de telenovela, que giran en torno a algunos casos. Poner la cámara en el problema estructural de la corrupción, que si no es el huevo, seguro es la gallina, pero está en nuestro gallinero de donde nunca va a salir otra cosa que pollos aunque cambien el color de las plumas.
La corrupción no sólo mata, hoy se ha convertido en un nuevo billete, de tal manera que se negocian silencios o denuncias en una mesa dónde todos tienen algo que esconder, y todos tienen un periodista, o un testigo arrepentido, o un fiscal suicida que puede denunciar.
Pero la denuncia no busca la verdad sino ganar una batalla en la guerra fría de poderes que mutan de aliados según cambien los vientos.
No deja de ser patético que los dos poderes que hoy más apuntan con las denuncias sean los más corruptos de la historia argentina: resignaron su misión, Justicia y Verdad, en los momentos más negros de nuestra patria, cuando debieron denunciar y salvar la vida de miles de argentinos. La justicia y el periodismo.
Basta haber trabajado en tribunales o en un medio masivo para saber hasta qué punto, salvo ciertos límites claro y salvando grandes excepciones, sus declaraciones están corrompidas de intereses.
Hoy hablaremos de la corrupción naturalizada, la que parece que vino para quedarse esa que queremos exorcizar viendo durante horas como un corrupto tira nuestra «salvación» por la reja de un convento.
Nos ayudan a analizar y mirar críticamente la realidad de nuestro país: el Dr. David Urreta, concejal y vicepresidente del partido ADN y Nicolás Alessio.