LA DISTOPÍA DEL EVANGELIO: ¡Ay de ustedes! (Mt. 23, 23)01-10-2022

Las utopías señalan hacia un futuro idílico universalmente deseable. El ámbito de los ideales y sueños a los que aspiran lo más noble de la humanidad, un mundo donde se viva en plenitud la fraternidad universal. En sus antípodas, se llama distopía a los relatos o anuncios de un horizonte apocalíptico del que conviene huir.

Tradicionalmente, el mensaje evangélico se ha alineado acríticamente del lado de la utopía. La Buena Noticia presentada bajo los contornos edulcorados de una sociedad paradisíaca ha sido una utopía comúnmente aceptada como ideal apetecible por todos. Sin embargo basta con fijarse en el destino trágico de Jesús y en el de los mártires cristianos de todos los tiempos para concluir sin ambages que el horizonte del Reino de Dios es fundamentalmente distópico.

A lo largo de la historia, los guardianes del status quo siempre han visto con malos ojos cualquier intento de construir una sociedad justa, fraterna e igualitaria.Nos guste o no Jesús, es un profeta distópico. Jesús fue condenado y ejecutado por distópico; no por utópico.

Se ocupó de dejar muy claro quiénes son los bienaventurados en el Reino de Dios y lo que les espera a quienes tendrían “malaventura”. «Dichosos los pobres / ¡Ay de vosotros, los ricos! Dichosos los que ahora tenéis hambre / ¡Ay de ustedes los que ahora están satisfechos!Dichosos los que ahora lloran / ¡Ay de los que ahora ríen !» (Lc 6,20-26)

Las mismas distopías que añaden tensión al “bucólico” Magníficat mariano (1,45-55). La utopía de un Dios misericordioso “que hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos”Las palabras y acciones de Jesús fueron percibidas por sus coetáneos como una amenaza real para el sistema social, político y religioso imperante.

El anuncio de un Reino de Dios en el que publicanos y prostitutas precederían a los sacerdotes y fariseos del pueblo ( gente de bien!)(cf. Mt 21,23-32); en el que pobres, lisiados y cojos ocuparían los puestos de honor despreciados por los invitados de primer llamado no fueron una utopía para nada apetecible para el establishment de su época. ¿ Y ahora?¿Qué tal si tomamos seriamente las distopías del Evangelio y las aplicamos a la realidad del mundo de hoy? Seguramente concluiríamos que el cristianismo es profunda y radicalmente político en el más puro sentido de la palabra.

El Dios cristiano toma posición y anticipa que no queda indiferente ante el destino de los empobrecidos y sufrientes. Interpretar el cristianismo según los marcos de cada época no puede llevarnos a convertirlo en un arquetipo de compasión solamente. El Evangelio fue, es y seguirá siendo una pésima noticia también para un mundo que aún no ha comprendido el destino de la especie humana.

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