La paciencia es una atributo considerado como virtud que solo aquellos más sabios saben poner en práctica. No son tiempos fértiles para el desarrollo de esta virtud pero es indispensable para la vida.
Ya decía Confucio que quien no tiene paciencia y prudencia ante los pequeños problemas de la vida, cuando lleguen las dificultades se sentirá bloqueado; incapaz de reaccionar. La paciencia es una virtud que no todos saben o pueden gestionar. La ansiedad y la intolerancia a la frustración domina en general el humor social y constituye un clima de época.
Creemos inconscientemente que podemos manejar las circunstancias como el zapping de control remoto, pero la realidad se resiste a nuestras urgencias e indefectiblemente tenemos que esperar, desde un embotellamiento de tránsito, un tratamiento médico o un límite que se nos impone infranqueable, por el momento.
Todas las tradiciones espirituales resaltan el valor de la paciencia, no solo en el camino espiritual sino en la maduración de la vida. Crecer siempre supone paciencia que conlleva una gran carga de compasión, por uno mismo y con los otros. Para tener paciencia hace falta dilatar el corazón hacia una mirada compasiva, de lo contrario es un aguantar que termina explotando por algún lado.
La paciencia no es un consejo de pasividad frente a los que se abusan de ella, al contrario es una fuerza de resistencia frente al poder abusivo con la práctica pacífica de no ceder a él. Te propongo conversar sobre la paciencia desde la riqueza de esa virtud en el Evangelio y la tradición espiritual cristiana
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