Luisina se crio en Canals- Al finalizar el secundario, como tantos jóvenes de la región, partió a Córdoba para seguir una carrera de la Licenciatura de Teatro en la Universidad Nacional. En su interior la asaltaba esa necesidad de brindarse al prójimo. “Empecé a preguntarme entonces para que existo, y así como encuentras respuestas existenciales también surgen nuevas preguntas”, acota Luisina.Inquieta y curiosa, comenzó a trabajar como voluntaria en ‘El Tambo’”, que depende de la orden de los claretianos, y donde jóvenes en edad universitaria llevan adelante distintas actividades en los barrios.Fue así que comenzó a recorrer las calles de Córdoba en las madrugadas formando parte del grupo “Yerbamate”, que se encargaba de acercarles un mate cocido a personas en situación de calle. También participó de cruzadas misioneras en el norte y sur del país, asistiendo a comunidades postergadas. Y hasta fue parte de una misión a Haití.Toda vez que regresaba de una misión volvía a aparecer esa búsqueda de más. Y en su compromiso asumido como misionera laica de los Claretianos, iba descubriendo distintas opciones, capacitarse como payamédica, ser voluntaria en la Cruz Roja, y hasta niñera para costearse su supervivencia, fueron parte de su actividad.Pero su meta estaba en otro lado. Allá en el continente negro. “África me estuvo latiendo”, dice Luisina, y en esta frase sintetiza ese sentir que la llevó a cruzar el océano.En 2009 comenzó a contactar con unas hermanas que estaban en Costa de Marfil. Nos dijeron ‘vénganse, no hay problemas’, y nos explicaron que sólo nos podían albergar y debíamos trabajar”-Para costearse el viaje vendió empanadas, hizo peñas y todo cuanto pudo para juntar el dinero.En Costa de Marfil, Luisina hizo de todo, desde talleres sobre higiene, cursos de embarazo, lactancia, que en estos lugares son tan necesarios. Asume que los títulos en estos lugares no sirven, “es simplemente dar amor, venir y acompañar, conocer otras realidades y comprometerse. A su vez, es un enseñar, pero también aprender continuamente”De regreso de África, empezó a extrañar aquella tierra donde asegura sentir que están sus raíces.. “Siempre mi camino misionero fue por los derechos de la mujer y las víctimas vulneradas”.diceEn 2014 viajó a Haití para ser parte de una misión humanitaria por un año. “Regresé y entré de nuevo en crisis. Preguntándome y ahora ‘qué hago’. No me conformaba con buscar un trabajo tradicional, ejercer mi profesión. No encontraba la felicidad en eso. Yo siempre supe que esa no era mi vida”, confía Luisina.Siempre en contacto con los claretianos, y después de un tiempo en Buenos Aires, en mayo de 2017 partió en su segundo viaje a África.Su destino, Kimbondo”, que es un orfanato-hospital y el hogar para 800 chicos, desde bebés hasta adolescentes que llegan allí enfermos, otros fueron abandonados y reciben allí alimentación, contención y educación.“Hay chicos con tuberculosis, muchos discapacitados que son abandonados porque en las creencias de las familias lo toman como que está poseído o maldito. Hay mucho paludismo, malaria. Muchas niñas que son dejadas aquí. Se vive en un contexto de mucha violencia y en particular hacia la mujer que ni siquiera se puede pensar como una semejante”.Dentro de la institución en que es voluntaria, Luisina está en el pabellón de las mujeres adolescentes. Pero también, y si es necesario, pasa noches enteras cuidando y abrazando a algún bebé en el hospitalito.“ Al ser payamédica y participar de la Cruz Roja, aprendés a hacer de todo. Pero también sos un poco madre, enfermera, hermana, maestra”, enumera. “Hay que saber que no se viene a salvar a nadie sino a aportar un poco. Entran en juego muchas cosas en estos lugares, entonces hay que tranquilizarse. Lo más genuino es dar amor, acompañar a las niñas, comprenderlas, que se sientan dignas y empoderadas y que puedan regir sus vidas”, es el anhelo de esta misionera.Un sueñoSu gran sueño es crear un centro transitorio para mujeres. “Un lugar donde puedan formarse, aprender, y crearse su proyecto de vida. Que se animen a salir. Algunas chicas han pasado su vida en el orfanato y hay que darles la oportunidad de salir”.Admite, una vez más, que es difícil, porque hay una cultura muy fuerte, en la que la mujer tiene poco espacio para el desarrollo. Actualmente lanzó un proyecto de padrinazgo con el fin de juntar fondos y que más chicas del orfanato puedan estudiar.Luisina no recibe paga alguna por su tarea. Sólo albergue y comida, y se encarga de hacer algunas artesanías para obtener algunos recursos propios, y además ayudar a las adolescentes que allí se encuentran.“Me siento bendecida y agradecida de la vida que he recibido de regalo. Y así como la recibí debo devolverla, gratuitamente. El amor sana , salva, hace feliz”, enuncia. “Mi intención es quedarme más tiempo aquí. Indefinido diría. Es el proyecto de vida que elijo como joven, como misionera. Elijo esta vida. Veremos hasta dónde se puede”.Este sábado intentaremos hablar con ella. La conectividad es precaria pero con ésta historia detrás será lindo aunque sea escuchar su voz, saludarla y contagiarnos de su misión. Escuchala en Radio Galilea

Esta joven es una luz en la familia claretiana!
Hermosa entrevista, muchas gracias!