Busca un rato de “desierto” para acercarte a Jesús y ponerte, como él, a solas con el Padre y la humanidad oprimida y expectante como horizonte.
Lee la narración de las tentaciones y ponte a mirar a Jesús para conocerle internamente. Descúbrelo reaccionando aquí lo mismo que a lo largo de toda su vida: aferrado y adherido afectivamente a lo que va descubriendo como el querer de su Padre que es la vida de todos nosotros. No ha venido a preocuparse de su propio pan, sino de que comamos todos. No ha venido a que le lleven en volandas los ángeles, a acaparar fama y «hacerse un nombre”, sino a dar a conocer el nombre del Padre y a llevarnos a nosotros sobre sus hombros, como lleva un pastor a la oveja que ha perdido. No a poseer, dominar y ser el centro, sino a servir y dar la vida.
Déjate atraer por esa manera de ser suya en la que aprendemos a ser hombres y mujeres “cabales”, habla con él de tus propias tentaciones, pídele que te ayude a hacer opciones y a establecer prioridades parecidas a las suyas.