Aclaró 129. Ni una menos. La mujer en la Iglesia.

Ni Una Menos. Tema central de Aclaró 2-06.
“Iglesia, Iglesia… Si sólo perpetúas el dominio machista del varón ¿Qué mérito tienes? También los paganos actúan así. Y si entre ustedes la mujer está en situación de sumisión ¿Qué hacéis de diferente? También entre los paganos la mujer es tratada así”… Analogía con el sermón del monte de Jesús. Lcs. 6,32.
Ante la inminente marcha nacional contra la violencia de género, todos los grupos sociales deberían cuestionarse acerca del lugar que tiene la mujer en su imaginario y por lo tanto en su mapa social.
Si aceptamos el desafío de revisar valientemente y sin componendas el rol de la mujer en la Iglesia jerárquica, no es nada agradable comprobar que no sólo no aporta nada diferente al estilo machista de nuestra sociedad sino que más bien ha contribuido a fermentar la mala levadura con que se ha amasado la relación del hombre con la mujer. Se valora mucho a la mujer porque paradójicamente es la mayor fuerza trabajadora del pueblo de Dios, pero casi siempre “encorvadas” ante la autoridad de varones que son los que deciden, sin su participación, qué, cómo y dónde llevará ella a la práctica lo que ha de hacerse. Siempre bajo la protección, guía y autoridad de algún clérigo. Obviamente varón.
Es la Iglesia una institución en la que la mujer no tiene voz ni voto.Un largo desfile de varones es la imagen que hoy escandaliza a sociedades democráticas que ven en ello signos de un patriarcado obsoleto.
Como mujer reconozco que nuestra niña interior se siente muy cómoda con el lugar de hija cuidada (y custodiada) por un gran padre simbólico que suele ser el clero. De manera que el desafío de crecer en verdad y libertad suele toparse con nuestra misma complicidad a una zona de confort, donde alguien me va a decir que tengo que hacer y ahorrarme los dolores del miedo a la libertad (que son a veces más intensos que los de la obediencia).
Así las cosas, lo más importante en verdad no es la situación de la mujer en la Iglesia, que puede llegar a ser muy cómoda, sino ver reducida a la misma Iglesia a su parte masculina como un cuerpo que ha decidido vivir con la mitad de sí mismo. Ya no se trata de rivalizar por el poder como nos quieren hacer creer (como si no hubiera escaladores de carrera en el clero), sino de creer que el Evangelio es un vino nuevo que no puede ser portado en los viejos odres de dominio de un sexo sobre el otro, ni siquiera cuando ese dominio adquiere un tono paternal.
El Evangelio está lleno de ejemplos de mujeres que fueron las mejores teólogas de la Buena Nueva de Jesús: Magdalena, la hemorroísa, la pecadora, Marta y María, la fenicia, la samaritana… Ellas las primeras en captar con todo su cuerpo la ternura de un Dios que barre el mundo hasta encontrarte. Tal vez porque no estaban pensando en quién ocuparía “los primeros puestos” (Mcs 10, 36) ellas siempre aparecen como las mejores intérpretes del Reino… Visto así, en la intimidad del encuentro con este Dios –Diosa, padre-madre, macho y hembra (Gen. 1,27) la falta de poder religioso fue y es la mejor escuela de vida que pudimos tener. La mejor parte. “La que no te será quitada” (Lcs, 10,42) La que nos permite romper el frasco de perfume y derramar la vida como una unción sobre los seres que amamos. Porque andamos por abajo, la mujer puede alcanzar verdaderamente la borla de un Reino que aún espera incendiar la Iglesia.
¡NI UNA MENOS!.

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