El porvenir argentino y las futuras plantas nucleares
Cuando el mundo desarrollado abandona por peligrosa la energía atómica, la Argentina construirá dos centrales en virtud de los acuerdos con China. Entre los acuerdos firmados en el reciente viaje del Presidente a China se destaca el de la construcción de dos centrales nucleares: Atucha III, junto al río Paraná, en Zárate, y otra central que se instalará en Río Negro. El compromiso provenía del gobierno anterior junto a las polémicas represas sobre el río Santa Cruz. Ambas infraestructuras revelan una nula racionalidad económica y energética y son el resultado de decisiones del Poder Ejecutivo de la década anterior que no han sido social ni institucionalmente consensuadas.
Tenemos el agrado de dialogar al aire de Radio Galiela con Leonel Esteban Mingo, Lic. en Economía por Univ de la Plata – Master en Gestión ambiental por Univ de Salamanca. Coordinador de la campaña de Energía de Greenpeace, y con el Padre Luis García Rodríguez, oriundo de España pero con profundas raíces en el Sur, Párroco de catedral en Viedma. Junto al Obispo Esteban acompañan en forma activa a los vecinxs autoconvocadxs en contra de la central nuclear en la Patagonia.
Pagina oficial de facebook: No a la planta nuclear en la Patagonia
Ir a descargarEn los últimos siete años las energías renovables no convencionales eólica y solar fotovoltaica han tenido un crecimiento promedio del 20 por ciento. Desde 2015, la capacidad instalada global de energía eólica superó a la de la nuclear y en breve lo hará también la energía solar.
Es cierto que la intermitencia de las energías renovables es una de sus debilidades, pero con una generación distribuida y descentralizada, el avance tecnológico en almacenamiento y la caída de los costos de las energías renovables no convencionales nos lleva a preguntarnos acerca de la pertinencia de invertir en energía nuclear. El costo de instalación de una central nuclear es, aproximadamente, cuatro veces más caro que el de la eólica. Sin embargo, su capacidad de generación es apenas el doble, y a esto hay que sumarle todo el costo de operación y mantenimiento, el costo del combustible nuclear, la custodia por miles de años de los residuos radiactivos y los impactos de la minería del uranio, que no están contemplados dentro del precio del combustible que utilizan.
Uno de los desvelos del Ministerio de Energía y Minería es el autoabastecimiento energético, pero no es posible confundir el precio del desarrollo con el desarrollo a cualquier precio. Instalar centrales nucleares en la Argentina tiene como única justificación posible la búsqueda de inversiones a cualquier costo. Se trata de una tecnología que ya es antigua y lo será aún más cuando las plantas hayan sido finalizadas.
Es cierto que la instalación de estas centrales se encontraba acordada, sin transparencia alguna ni información pública, por el gobierno saliente con el apoyo del sector nuclear argentino. Pero en una sociedad democrática no resulta aceptable la imposición sin consenso social de infraestructuras capaces de amenazar el entorno y la vida humana. Frente a la aceptación resignada de los acuerdos con China por parte del gobierno actual, parecería que la sociedad no cuenta con medios institucionales para evitar negocios realizados con un altísimo grado de corrupción, a puertas cerradas. Es indudable que, para un país como China, resulta indiferente el control que puedan ejercer las instituciones republicanas. La decisión de construir centrales nucleares debe insertarse en un plan que defina la matriz energética del país, con audiencias públicas, aprobado por el Parlamento.
Desde su reforma en 1994, la Constitución Nacional cuenta con la posibilidad de llamar a una consulta popular que puede ser convocada por el propio Congreso o el Poder Ejecutivo Nacional. Mediante esta modalidad, es posible realizar una consulta sobre una determinada ley o política, o bien sobre cuestiones de Estado excepcionales.
Definir la matriz energética que tendrán las próximas generaciones es, sin duda, una causa lo suficientemente trascendente como para hacer ese ejercicio cívico. En particular cuando se trata de decidir la instalación de industrias que poseen la capacidad de amenazar el entorno y la vida humana. No es que no haya medios institucionales para evitarlo. Solamente hay que utilizarlos. Se necesita generar un debate transparente para evitar errores que no tendrán remedio.
Existen alternativas más limpias, baratas y seguras. Las industrias solar y eólica están creando empleos 12 veces más rápido que otras. Es natural que la sociedad se plantee si tiene sentido seguir adelante con la construcción de centrales nucleares o resulta más adecuado utilizar otras modalidades para generar energía sin riesgos.
El rol del Gobierno debe ser representar y defender el interés público y brindar transparencia. Mas allá del hecho de que los acuerdos hayan sido iniciados por el gobierno anterior, sólo el consenso público podría decidir si el proyecto de construir centrales nucleares posee, más allá de las justificaciones y el interés del sector nuclear argentino, un valor ético. Por ahora, se trata de la imposición de un alto riesgo y un costo innecesario para nuestra sociedad. Sin dudas, éste no es el cambio prometido.
Muy bueno el programa de esta mañana. Me parece interesantísimo que se conozca lo que se viene haciendo desde la región Patagonia, sea en mi provincia de Rio Negro como en Chubut, la provincia vecina públicamente expuso su postura.
Sugiero no dejar en el olvido la lucha que se hizo hace años para impedir la instalación del basurero nuclear en Gastre y de volver a replantear los grandes recursos que nos pueden ofrecer las energías limpias y renovables.