No hay duda alguna de que los avances en tecnología nos cambian la vida. La tecnología es un producto social y es parte de un proceso complejo. Se crea a partir de instituciones, de personas que la producen y de usuarios que se apropian de ella y la adaptan a sus propios intereses y necesidades. Existe un ida y vuelta infinito en la relación entre la producción de nuevas tecnologías y su uso en la sociedad.
Ha sido así desde los principios de la humanidad. Cada invento que ha creado el ser humano, como las herramientas de metal, la rueda, la penicilina, por nombrar algunos, han sido cruciales para el desarrollo de la sociedad moderna.
La tecnología ha revolucionado, entre otras áreas, la comunicación interpersonal. La radio, el teléfono, los satélites, Internet han hecho posible establecer puentes entre personas que se encuentran en puntos opuestos del globo terráqueo. Es, simplemente, maravilloso.
Lo cierto es que vivimos en una nueva estructura social, que es global y en red. Una perspectiva tentadora si pensamos en el concepto de todo lo que podemos compartir. Sin embargo, esta nueva cultura está caracterizada por la búsqueda incesante de la autonomía y la individualidad. Son cambios sociales que también producen cambios en nuestro comportamiento. Ya no le preguntamos al diariero del barrio dónde queda tal o cual calle cuando estamos perdidos, la buscamos nosotros mismos en el GPS. Es cada vez más raro pedirle a alguien que nos saque una foto, ahora hacemos selfies. Es así como vivimos, inmersos en la cultura de la individuación como nueva forma de comportamiento social.
Estos cambios tecnológicos, culturales y sociales acarrean nuevos problemas y el desafío implícito de encontrar la manera de resolverlos. En relativamente poco tiempo, Internet se ha metido en nuestros hogares, trabajos y escuelas. Y atraviesa casi todo lo que conocemos hoy en día, incluso las enfermedades.
La necesidad de vivir online, de una manera ilimitada y permanente, tiene orígenes y consecuencias similares a los del consumo de drogas y otras sustancias.
¿El uso excesivo de Internet genera trastornos de ansiedad? ¿Cómo nos damos cuenta si necesitamos tratamiento?
En la mañana de Radio Galilea dialogamos con Lic. María Cecilia Veiga, Licenciada en Psicología, egresada de la Universidad de Buenos Aires.
———————————————————————————————————
“Me clavó el visto”: cómo las nuevas tecnologías pueden generar control y violencia o potenciar el amor. Tres investigadores del CONICET estudian la espera en las relaciones amorosas en aplicaciones como WhatsApp y Facebook.
Se espera en el médico, se espera en la parada del colectivo, se espera en la entrevista laboral para un nuevo trabajo y en un embotellamiento de autos. Y también se espera en el amor: que se repita una cita, que se enamore, que aparezca el amor de la vida. Ese fue el núcleo de la investigación de tres científicos del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET): la espera en las relaciones amorosas -ese tiempo suspendido, nube de expectativa y ansiedad que flota en el universo cotidiano de cada uno sin poder predecir su fecha de vencimiento, pero que además se potencia por el uso de tecnologías como Facebook y WhatsApp- en jóvenes heterosexuales de clase media del Área Metropolitana de Buenos Aires.
Estas aplicaciones, tan presentes en las relaciones de hoy en día, generan control y también descontrol sobre uno mismo y la pareja, modifican y moldean el estado de ánimo al disparar, entre otros síntomas, los celos excesivos. Cuando alguien espera hay alguien que se hace esperar, pero eso no es fijo: en las relaciones amorosas los sujetos cambian y las dinámicas se modifican, señalan los sociólogos del Instituto de Investigaciones Gino Germani Maximiliano Marentes, Mariana Palumbo y Martín Boy, autores del trabajo Me clavó el visto: los jóvenes y las esperas en el amor a partir de las nuevas tecnologías, que se enmarca en un proyecto que problematiza las esperas –en tres aspectos: el amor, el trabajo y la salud- y dirige el investigador del Consejo Mario Pecheny.
En la mañana de Radio Galilea charlamos este tema con el Lic. Maximiliano Marentes, Licenciado en Sociología. Maestría en Sociología de la Cultura (IAES-UNSM, en curso)
Es becario CONICET (Beca Interna Doctoral) del Área de Salud y Población. Actualmente trabaja en el proyecto El amor gay. Las relaciones afectivas en varones jóvenes del Área Metropolitana de Buenos Aires, bajo la dirección de Mario Pecheny.