“Conocí mi segundo nacimiento cuando alma y cuerpo se casaron” Khalil Gibran
Posiblemente una de las experiencias maravillosas de la vida es la de aprender a aprender. La perspectiva de género ha introducido el concepto de autopercepción en la ley de identidad. He estado escuchando con mucha atención lo que se dice sobre esto en esos ámbitos. Tratando de profundizar en ese tema y yendo más allá de ellos me surgen algunas preguntas. ¿Son los sentimientos, deseos y necesidades el nivel más profundo de nuestra identidad?¿No hay tal vez un manantial del manantial? ¿Los sentimientos y deseos son una marea cambiante ¿Habrá un nivel de autopercepción que me oriente a una mismidad más estable? ¿Puedo auto-percibirme sin el reflejo de los otros? Desde qué referencias me auto-escucho?
Vivir es aprender a aprender y son pocas, muy pocas, las posibilidades que brinda el sistema de aprender a escucharnos. Todavía se educa y se enseña desde la perspectiva de que el niño y el educando es una pizarra en blanco donde hay que escribir ciertos contenidos.
No hay exhortación más repetida en la Biblia que el ¡ESCUCHA! Dios parece llevarse mejor con el sentido del oído que con el de la vista.
Te invito a escuchar mi reflexión sobre la escucha de uno mismo. Pistas para crear un silencio capaz de dejar oír el alma. Eso también se aprende. No hay caminos generales pero siguiendo las experiencias de los que lo buscan hay algunas señales para al menos saber dónde no estancamos. Lo demás es “hazte camino al andar”.
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