FELIZ NAVIDAD… FELIZ DIOS ENTRE NOSOTROS…

«LA PALABRA SE HIZO CARNE Y ACAMPÓ ENTRE NOSOTROS»
Dios llega a nuestras vidas de forma impertinente. Rompe con nuestros moldes, esquemas y estructuras. No anuncia su llegada ni señala el tiempo o el lugar, en la forma que nosotros acostumbramos a anunciarnos, o como nosotros pretendiéramos que Dios se anuncie… Tampoco sus modos son previsibles: viene revestido de pobreza y golpea en la noche con suaves golpes. No deslumbra en el Templo ni en el Palacio, sino que se muestra débil, vulnerable, indefenso… niño nacido en un pesebre.
Sí… Dios llega a nuestras vidas de forma impertinente. Le gusta romper lo establecido, lo que “se manda hacer” por hacer nada más…
Y solemos tener nuestra casa tan armada que no tenemos lugar para Él. Le cerramos la puerta y, en el mejor de los casos, le indicamos dónde sí necesitan de su presencia: aquéllos pesebres donde nadie quiere entrar.
Y Dios, obediente, irá a esos pesebres.
En los dolores del mundo y de nuestra existencia habrá de nacer. Y traerá gente, pastores o magos de oriente, para llenar nuestros vacíos y silencios.
Dios, el impertinente, quiere nacer. Y NACE…
En el principio existía la Palabra, el Hecho, el Acto. Todo se hizo por medio de él; y sin él nada se hizo. En el Principio Dios hace y, por eso, habla: Dios se comunica. El Evangelio de Juan –en el capítulo uno– muestra la creación por la Palabra, como en el relato del Génesis: “Y dijo Dios haya luz, y hubo luz”. Por eso, cada Palabra que Dios pronuncia es una nueva encarnación en la propia vida.
Cuando Dios está en medio de la gente, las relaciones se llenan de vida. Vida que reboza de alegría, agradecimiento, comunicación, comprensión, movimiento, libertad, paz y cercanía. Y es que no hay espacio para la envidia, los celos, el odio, la violencia, la guerra, la tibieza ni la estrechez.
Que la Palabra hecha Carne, acampe en nuestra vida….Dejemos que Dios irrumpa en nuestra existencia…
¡¡¡¡¡FELIZ NAVIDAD!!!!…. ¡¡¡¡FELIZ DIOS ENTRE NOSOTROS!!!!!…