“Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón, porque de él mana la vida”. Proverbios 4:23
En medio de la tempestad, donde el mundo parece desatarse en fragmentos, hay un instante—pequeño, tenue—donde la paz se revela. Es una paz que no nace de la calma, sino de la tormenta misma; una paz que no teme al trueno, que no se doblega ante el viento. Allí, en el corazón del torbellino, surge un susurro, como el eco de una antigua verdad olvidada.

La llave que guarda el corazón es sutil, resistente, porosa, y vulnerable. No es un candado, ni un blindaje. Al contrario, se deja traspasar por las tormentas de las lágrimas y los incendios de la ira. Pero siempre encuentra una nueva puerta misteriosa donde refugiar el alma hasta que amanezca.
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