LA SANTA INDIGNACIÓN

“Y entró Jesús en el templo de Dios, y echó fuera a todos los que vendían y compraban en el templo, y volcó las mesas de los cambistas y las sillas de los que vendían palomas” Mt 21, 12

«¡Indignaos!» (2010) es un libro de Stéphane Hessel, un exdiplomático y miembro de la resistencia francesa ante el nazismo, quien en su obra hacía un llamado a la indignación cívica. Hessel invitaba a las personas a reaccionar ante la injusticia, la desigualdad y la falta de ética en las instituciones políticas y económicas. Su mensaje era que el silencio y la indiferencia ante estas situaciones contribuían a perpetuar un sistema injusto. En su libro planteaba que la indignación debía ser el motor de una nueva lucha pacífica, que involucrara a ciudadanos de todo el mundo para demandar un cambio profundo.

Ante las noticias que llegan cada día a nuestros hogares, facturas impagables, sistemas de salud y educación colapsados, incendios sequías e inundaciones desbastadoras, niños y civiles muriendo en guerras horrorosas donde se gastan millones de dólares que podrían salvar a tantos otros millones de seres humanos, la respuesta emocional de la mayoría es la depresión o la indiferencia. ¿Qué puedo hacer frente a este “monstruo que pisa fuerte”?

Tanto la historia, como los filósofos contemporáneos y hombres y mujeres que cambiaron el rumbo de los acontecimientos nos dan una respuesta: indignarse. Salir de la indiferencia y la apatía.

Simone Weil, mística cristiana y filósofa de enorme y profunda reflexión sobre Dios en tiempos de guerra mundial, dice que la indignación auténtica es una forma del amor. Resalta cómo la compasión va de la mano de la indignación y el rol de la oración en su devenir.

Hannah Arendt habla en la banalidad del mal de un tipo de indignación necesaria ante seres mediocres, más que monstruosos. Su impecable análisis sobre las maldades que no se muestran como explícitamente perversas, marco una nueva línea de ética cívica y humana al mostrar cómo la frivolidad puede ser el caldo de cultivo de prácticas inhumanas como el holocausto de Adolf Eichman.

Ambas mujeres desarrollan un pensamiento humano profundo y agudo que merece tenerse en cuenta. Sus advertencias me resultaron tan lúcidas que quiero compartirlas con ustedes, para salvar la salud mental y moral de nuestras familias y nuestra sociedad.

La indignación y su relación con la esperanza, el amor, la compasión y la oración son vértices que canalizan nuestra impotencia y nos rejuvenecen.

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