La triste historia de ‘Ne me quitte pas’

La triste historia de ‘Ne me quitte pas’

  • La más bella canción de amor de todos los tiempos es en realidad la humillación que se impuso el cantautor belga por el miserable trato que brindó a su amante ‘Zizou’.

    NE ME QUITTE PAS (EN ESPAÑOL)’

    No me dejes Jacques Brel, en la época de 'Ne me quitte pas'
    Es necesario olvidar
    Todo se puede olvidar
    Quien se escapa ya
    Olvidar el tiempo
    De los malentendidos
    Y el tiempo perdido
    A saber cómo
    Olvidar estas horas
    Quiénes mataban a veces
    A golpes de porqué
    El corazón de la felicidad
    No me dejes
    No me dejes
    No me dejes
    No me dejes
    Yo te ofreceré
    Perlas de lluvia
    Llegadas del país
    Donde no llueve
    Yo cavaré la tierra
    Hasta después de mi muerte
    Para cubrir tu cuerpo
    De oro y de luz
    Haré un ámbito
    Donde el amor será rey
    Donde el amor será ley
    Donde serás reina
    No me dejes
    No me dejes
    No me dejes
    No me dejes

 
En Julio de 1959, casi una especie de extraterrestre belga llamado Jacques Brel está convencido de que sólo podrá conquistar a su audiencia con la dramatización o con aderezar con un estilo teatral sus canciones. Las letras o los pensamientos por sí solos no rozan ni la conciencia de la emotividad de su público.
Jacques Brel se abrazó a la pasión del arte dramático a través de una especie de ‘dandy’, un ‘playboy’ llamado Philippe Clay . Como el propio Brel, este impostor de la actualidad musical también había pasado por el famoso Trois Baudets, el cabaret situado en Pigalle , donde habían logrado la solemnidad del éxito artistas como Serge Gaingsbourg y George Brassens, entre otros. Lo cierto es que el dueño, el inefable Jacques Canetti, tenía la presunta sospecha de que Brel alcanzaría la fama si se ponía en manos de Clay. Pero el ‘gentleman’ siempre se refería a Brel como el belga desagradecido . Vencido por su curiosidad, al final Clay accede a darle clases de dramaturgia al belga, casi solemnes clases de teatro de las canciones que compone Brel. Ése es el génesis del nacimiento de una de las canciones más bellas y desesperantes canciones de la historia del amor, la asombrosa ‘Ne me quitte pas’. Casi una canción perfecta.

Todo comenzó en ese verano del año 1955, doce meses que someten a Brel a una presión insoportable. Por fin, pudo trasladar a su familia a París, ya que Miche e hijos, hasta ese año, seguían viviendo en Bruselas. Jacques consigue un piso en el suburbio Montreuil-sous-Bois, en la curiosa calle llamada Moulin.
Fue justo unos días después cuando conoce a ‘Zizou’ , porque va de gira con ella y su grupo Les Filles a Papa. El belga tiene que buscar grandes coartadas personales para disimular a su amante. A Brel le salva la fidelidad y las mentiras que fabrica Georges Pasquier, al que Jacques llama ‘Jojo’, su mánager, su amigo personal e incluso su chófer. A los dos años de la relación intensa y apasionada, ante la presión de ‘Zizou’ y las mentiras continuas, mete a Miche y a sus hijos en un coche y los hace regresar a Bruselas, mientras que él alquila la «habitación del amor» con Zizou ,en un apartamento de la Plaza Clichy.
Días de giras, de breves encuentros, suplicios de fiebre sexual y amorosa con ‘Zizou’, que acaban con el impacto del embarazo de Zizou. El destino final de una relación mentirosa y cautiva. Al final, se trata de una pésima relación en que ambos han jugado el papel de amantes patéticos. En fin, un mundo de loco sufrimiento con el destino fatal de una canción.
Brel se porta como un cobarde. Se esconde de ‘Zizou’, de su gran amor, de ella. Jacques se mete debajo de las piedras como un vulgar marido con querida. Brel soporta un gran altercado con ‘Zizou’ y, finalmente, le reconoce que se niega a reconocer que es el padre, el verdadero responsable del «embarazo» de Suzanne. Loca de ira, de frustración, ‘Zizou’ le amenaza con demandarle ante los tribunales y a la opinión pública. Brel, entonces,se refugia en su Miche. La historia acaba mal, pero Brel incluso se aprovecha de ello para crear la más terrible canción de amor de la historia ‘Ne me quitte pas’. Un «no me dejes» que tenía absolutamente perdido por su comportamiento con ‘Zizou’.
Musicalmente, aunque lo negara, Brel se aprovecha de los acordes y la postura melódica de la maravillosa ‘Rapsodia Húngara número 6’ de Franz List. Naturalmente, el encuentro con el excelente músico Françcois Rauber es decisivo. Lo había conocido en 1956, en Grenoble. Brel podía componer melodías con letras repletas de pensamiento y emociones, pero necesitaban los acordes, los arreglos justos. Hay un Brel antes y después de Rauber, por asumir Brel la habilidad de este pianista clásico.
 
 
 

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