“El que me ha abierto los ojos”Jn 9,30
Así lo llama a Jesús a aquel que sin conocerlo estaba ciego y luego vió.
La expresión tiene una carga fuerte iniciática. Se lo asocia con la “ iluminación” •el “despertar”y también a algunas prácticas que nos vienen de oriente que apuntan a ese “poder ver” una realidad invisible.
En la Iglesia este “poder ver” se lo asocia a la vida contemplativa, ese estilo de vida monacal que invita a “contemplar” para ver más profundo . Pero es necesario que podamos aclarar a qué se refiere esa contemplación de Jesús para que no quede empobrecida en un retirarse del mundo, irse a un lugar solitario de gregoriano, naturaleza y para la rutina o, en otras versiones, encender un sahumerio, recitar mantras y poner la mente en blanco para tranquilizar los pensamientos.
Ciertamente todo esto es recomendable bueno y necesario, pero es muy interesante ampliar la mirada más allá de esa especie de fuga de la historia o la vida cotidiana, y ver al Jesús contemplativo cuando saca a latigazos a los mercaderes del Templo, o cuando inventa esos relatos maravillosos que son las parábolas, con finales sorprendentes que nos hacen “ver” las cosas de manera totalmente distinta. La vida contemplativa tiene componente proféticos muy interesantes como para que lo simplifiquemos en un movimiento “pasivo”. Asombrate con sus rasgos hoy en Radio Galiea. Integramos la exigencia de la vida cotidiana con la vida contemplativa y trataremos de abrir nuestros ojos mientras caminamos los pasillos de la historia.
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