Conocer Venecia fue una experiencia maravillosa, entre muchas cosas, por el despliegue de arte, color y creatividad que se manifiesta en las máscaras que se exhiben en cientos de vidrieras. La Venecia antigua es un viaje al mundo del carnaval donde brillan todos los arquetipos imaginables: el bufón, el feroz guerrero, la bella inalcanzable, el rey, la trágica víctima o la sombra oscura del mal. Es imposible sustraerse al hechizo de esas máscaras….
Porque son las nuestras.
Converso con Virginia y me recuerda la vieja canción: “la vida es un carnaval.” Y si… también en lo cotidiano, en el trabajo, en la familia, en las redes, en los vínculos etc portamos máscaras. En el eneagrama por ejemplo, tenemos una interesantísima descripción milenaria de esas personalidades que adoptamos en el arduo baile de la vida.
La máscara suele tener una connotación negativa, injusta para mi gusto. Para jugar al ajedrez hay que elegir, si o si, una pieza y moverla, sin eso no hay juego. Para jugar en la vida hay que elegir un personaje. Lo hacemos desde muy temprana edad, sin darnos cuenta. Muchas veces nos lo asignan otros y encarnamos eso de “serás lo que debas ser y sino no serás nada”
¿Qué nos es dado hacer con las máscaras que portamos?
Viene a cuenta la historia del hombre de la máscara de hierro. Un misterioso preso del siglo XVI al que se lo encarcelo de por vida, en París, con una máscara de terciopelo por razones consideradas “secreto de estado”. Pasó a la leyenda popular como una máscara de hierro, imposible de ser removida, puesto que su rostro develaría una verdad inconveniente para el Rey. Murió y lo enterraron sin que se pudiera conocer el secreto de su identidad oculta.
Se me hace que muchas máscaras de terciopelo se convierten con el tiempo en máscaras de hierro y entonces el baile de la vida se convierte en una cárcel…. O en una tumba.
Una pregunta insoslayable es interrogarnos sobre cuál es nuestra máscara, esa modalidad repetida con que nos mostramos ante el mundo. Otra sería averiguar si es posible encontrar nuestro rostro desnudo aunque sea “un secreto de estado”. Finalmente, tal como lo enseña el sabio carnaval, si es posible elegir, alternativamente, el disfraz con el que jugar el partido de la vida y en lo posible, hacer de él una obra de arte.
Lindo tema para conversar ¿no?
Siempre es una alegría recibir a Virginia Gawel en nuestra casa. Su larga trayectoria en la psicología transpersonal y en el acompañar a buscadores de sentidos, su generosa claridad y calidez hacen de ella un nombre familiar y querido para todos nosotros en Mundo Galilea.
Cuánta belleza y reflexiones me han inspirado y me sorprende la sincronicidad de la vida y veo la mano Divina que me llevó a ésta conversación. Gracias como siempre Gaby!!!