María Elena Carro nació en Buenos Aires, estudió Psicología en la Universidad de Buenos Aires y es Expedicionaria del Desierto Blanco. Su experiencia como asesora de literatura infantil y juvenil en las escuelas, hace más de 18 años la motivó a escribir sobre sus vivencias antárticas y ahora compartirlas con todo el mundo en su libro.
La historia de una niña que creció en la Antártida. » Vivir allí te cambia la cabeza🖕
En 1978, por primera vez, viajaron familias a invernar en la base Esperanza. María Elena Carro fue uno de los niños que formó parte de esa dotación y regresó tres décadas después con sus hijas. Hija del teniente coronel Ignacio Carro, uno de los primeros exploradores antárticos y jefe de la dotación inaugural del Fortín Sargento Cabral, conjunto de casas donde se radica el primer núcleo poblacional de la Antártida, María Elena creció escuchando anécdotas sobre el sexto continente. Por eso, cuando en 1978 se decidió concretar el proyecto de instalar esa villa para permitir la presencia de familias e imprevistamente debieron preparar todo para viajar a la Antártida, lo sintió como un regalo que le permitiría vivir la pasión que su padre les había transmitido. Dos semanas después, con sus padres y sus hermanos, su mellizo Ignacio (12), Javier (11) y María Adelaida (14), abordaban el avión Hércules que los trasladaría a Río Gallegos, de allí a Ushuaia, donde, a bordo del Bahía Aguirre –que iba junto al rompehielos General San Martín—, cruzaron el pasaje de Drake. “Nos tocó transitar una tormenta con olas de 15 metros que formaban paredes de agua. Parecía que el barco se iba a dar vuelta y de golpe las montaba y volvía a bajar. Lo único que veíamos era cielo y mar”, relata. Siete familias con doce niños, tres días después, llegaron a base Esperanza. “Fue una de las experiencias más maravillosas de mi vida”.
-En 2007, regresaste con tus hijas.
-Sí. Mi marido también es antártico (creo que le trasmití mi amor a esa tierra cuando nos conocimos) y, en 2007, volvimos juntos a Milagros (6), Belén (18) y Natalia (19). A ellas les pasó lo mismo que a mí, después de crecer escuchando historias sobre este lugar, les entusiasmaba vivirlo. Fue un año extraordinario y muy diferente, por supuesto. La precariedad que vivimos nosotros ya no era tal y los chicos tenían muchas más opciones que las que habíamos tenido en el 78. Por ejemplo, en la base funciona la LRA 36 “Radio Arcángel San Gabriel” una filial de Radio Nacional, que está a cargo del personal de la base. En 2007, mis hijas mayores, junto a otras chicas de edad similar, crearon la FM Bajo Cero, una radio interna, que salía al aire tres veces por semana a las 19, donde pasaban música, hacían juegos y debatían temas, entre otras actividades que tenían una gran convocatoria. Fue una hermosa experiencia que las entretuvo muchísimo y tuvo también un gran éxito de oyentes.
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