No sé cómo titular esta historia.
No logro encontrar palabras que sinteticen la fascinación que siento cuando leo las historias mínimas que suele contar Aldo Duzdevich. Una de ellas podría ser “la realidad vence a la ficción”. Otra podría ser “argentina es un país donde se queman todos las doctrinas” Contrariamente a lo que sugiere Perón en esta reseña, la historia argentina es un “valle de pasiones”. Imaginar a Perón tomando el té con los que intentaron asesinarlo es una buena metáfora de los by pass de urgencia que tiene hoy, ayer, y espero que no siempre, la convulsionada historia de la política argentina.
Pero hay una diferencia muy grande entre aquellos que cambian sus banderas por las contrarias, impulsados por pasiones patrióticas y los que están movidos por intereses personales. De los primeros hoy hay “muy poquitos”! de los segundos, arribistas obsecuentes, demasiados.
Pero no es eso lo que me llamó la atención del artículo, tal vez la nostalgia de aquellos militantes que hacían exactamente lo opuesto a lo que sugería Perón en su magisterio político: vivir con pasión, con inmensa pasión la vocación colectiva. Esa capacidad de extrema e insensata generosidad con que entregaron sus mejores años a la causa que abrazaran para el bien de todos según sus convicciones.
A la luz de los hechos pasados, ciertamente no es recomendable dejarse llevar por las pasiones y menos aun cuando estas conducen a la violencia: “tanta sangre que se llevó el rio”. Pero déjenme confidenciarles un sentimiento: la abulia, la indiferencia, y el individualismo, es la negación de la historia. Porque la energía que la mueve, hacia adelante o hacia atrás, siempre son las intuiciones más vehementes, los sueños colectivos y la determinada determinación de los pueblos. Lo demás es un estanque de agua estancada que se evapora con el sol de la rutina intrascendente.
Me gusta ir a las fuentes. Es cierto que no nos bañamos dos veces en el mismo rio, también es cierto, que la fuente que lo alimenta es la misma que cuando surgió.
Quisiera pedirle al partido radical que vuelva a sus propias fuentes. Según ella, bien podría disputarle al peronismo la síntesis de “nacional y popular” En cambio eligió colgarse del último vagón de un tren que nada tiene que ver con su propia identidad. Le pediría al peronismo que vaya a las fuentes y recuerde que “primero la patria, después el movimiento y luego los hombres”
No hay otra oposición digna de la historia o sea de sueños colectivos La que hoy padecemos es una confrontación vacua, esgrima de insultos e imputaciones criminales. Un aturdidor griterío de denuncias, simulacro de adversidades que se arreglan debajo de la mesa de la casta judicial.
No hay que cerrar ninguna grieta, porque no existe. La que hay no es dialéctica sino astuta manipulación de odios inyectados, porque “garpan” Las grietas verdaderas tienden tarde o temprano a una síntesis del tipo “”este viejo adversario despide a un amigo” de Balbín o del que aquí se relata. Las grietas verdaderas son cosa seria, gigantes que disputan mucho más que el poder, disputan la verdad. Y aunque luchen a muerte siempre honran, en el fondo, a su adversario.
Y en ello se les va la vida…
Esta sábado en Radio Galilea charlaremos con Aldo Duzdevich autor de los libros “Salvados por Francisco” y “Los Montoneros leales a Perón” y del artículo que aquí comparto
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