Aclaró 669- La política del odio 22-05-2019

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¿Qué es el odio? La definición básica es la aversión hacia una persona o un grupo cuyo mal se desea. Es decir, el deseo de un mal. El odio sólo existe porque hay una «alteridad» frente a la cual se siente rechazo, al punto de que se puede desear su desaparición o un castigo doloroso. No puede haber odio, si no existen “los otros”, es decir figuras, personas o grupos que son imaginados como diferentes. La maquinaria de odio requiere la fábrica de otredades. Por supuesto, hay múltiples gradaciones que van desde la ignorancia, pasando por la antipatía y el desprecio, hasta un claro proceso de violencia simbólica o física que se despliega en toda su intensidad
La políticas de derecha en américa, incluyendo, claro, argentina, no pueden avanzar por la vía democrática debido a su impopularidad, tampoco lo pueden ya hacer por la vía militar, de manera que lo hacen a través de la política del odio. Duran Barba ha declarado claramente que más que triunfar Macri en las elecciones ha triunfado el odio a Cristina Fernandez de Kirchner.
Esto no es nuevo, como verán. Pero tal vez, si de odios políticos se trata, muchos se remitan a enfrentamientos armados entre militares y subversivos de la década del 70. Eso pertenece a otra categoría del odio que no habría que olvidar cuando de odiar se trata…. ojalá pudiera afirmar que estamos lejos de eso. Sin embargo la política del odio, que no es lo mismo que confrontación de ideas, es mucho más sutil, se engarza en un supuesto sentido común, y se naturaliza como parte de la vida cotidiana. Ese es su arte. Para salirnos del presente y entrar en tema del odio como ejercicio político, les comparto un fragmento de nuestra historia que ejemplifica lo que ampliaremos este jueves en Radio Galilea:
Hace sesenta y cuatro años el general-presidente Eduardo Lonardi,, anunciaba desde un balcón –que había tenido dueño hasta hacía apenas una semana– que en la “Revolución Libertadora” no iba a haber ni vencedores ni vencidos. El general Lonardi fue desplazado por el general Pedro Eugenio Aramburu, representante del sector “liberal” del Ejército, el 13 de noviembre de 1955. La CGT fue intervenida, fue asaltado su edificio donde fue vejado, secuestrado y “desaparecido” el cadáver de Eva Perón. Se lanzó una persistente persecución de militantes o simples simpatizantes peronistas que incluyó el encarcelamiento de más de cuatro mil personas, la tortura sistemática y el fusilamiento de 33 civiles y militares en junio de 1956. La comisión investigadora de las cuentas de la Fundación Eva Perón no pudo encontrar irregularidades. Halló intactos los depósitos bancarios de la Fundación, que sumaban unos 250 millones de dólares al cambio de octubre de 1955, que no fueron depositados en las Cajas de Jubilación como se había previsto. En su dictamen, la comisión “libertadora” se quejaba por los “excesos” de la Fundación Evita: “Desde el punto de vista material la atención de los menores era múltiple y casi suntuosa. Puede decirse, incluso, que era excesiva, y nada ajustada a las normas de la sobriedad republicana que convenía, precisamente, para la formación austera de los niños. Aves y pescado se incluían en los variados menús diarios. Y en cuanto al vestuario, los equipos mudables, renovados cada seis meses, se destruían”. Una de las interventoras, la militante católica Adela Caprile, se confesó: “No se ha podido acusar a Evita de haberse quedado con un peso. Me gustaría poder decir lo mismo de los que colaboraron conmigo en la liquidación del organismo”. Se dio rienda suelta a un revanchismo con un fuerte acento de odio de clase. Se formaron inmensas fogatas en los hogares y policlínicos de la Fundación Eva Perón donde se quemaron miles de libros, frazadas, sábanas, cubrecamas, platos y cubiertos porque llevaban el sello de la institución. Decenas de pulmotores fueron destruidos por la misma sinrazón. Pocos meses después, una gravísima epidemia de polio se abatió sobre el país. Muchos chicos argentinos murieron por falta de aquellos aparatos y, ante la tragedia consumada, los “libertadores” tuvieron que importar veintiún pulmotores desde los Estados Unidos. Se mandó destruir los frascos previstos para transfusiones que quedaban en los hospitales por contener “sangre peronista”. La Ciudad Infantil, conocida y admirada en el mundo como un ejemplo de contención y educación de la infancia desvalida, fue asaltada y aplastada por los tanques, y sus piscinas fueron cegadas con cemento. El decreto 4161 del 5 de marzo de 1956 pretendió prohibir al peronismo en todas sus formas y expresiones. El último sueño de Eva Perón fue la construcción del Hospital de Niños mejor equipado y más grande de Sudamérica, que comenzó a edificarse en un predio de 94 mil hectáreas en el barrio de La Paternal sobre la calle Warnes. Los “libertadores” evaluaron que aquella obra iba a ser un monumento al legado de Evita y decidieron desistir de la construcción del hospital .El lugar fue abandonado en avanzado estado de construcción y lentamente fue siendo ocupado por familias que lo bautizaron como el “albergue Warnes”.
Decía don Arturo Jauretche: “Las mayorías no odian, odian las minorías porque la conquista de derechos produce alegría mientras que la pérdida de privilegios provoca rencor”.
Esto es la política del odio, amigos.. Saquen ustedes sus conclusiones y este jueves las compartimos

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