Estaba en la cola de una oficina observando a una mujer que atendía a la gente, para esa hora habría atendido a unas 40 personas y aún le quedarían otras 40 personas más. Calcule mentalmente que dedicaba 400 minutos diarios a escuchar reclamos, pedidos, consultas y demandas. Uno le dijo: “usted está para darme una solución”. Y la verdad es que realmente está para eso y ese es el problema. No hay quien aguante semejante demanda…
La palabra alma viene de psyché, que significa “soplo vital “o “aliento vital”, las personas que tienen que atender mucha gente saben hasta qué punto hablar es entregar aliento vital. Lo saben especialmente cuando se quedan sin él. Estar impelido a dar respuesta constante es literalmente “dar aire”. Los que vivimos en familias numerosas lo sabemos: pregunta uno, pide el otro, se queja aquel, cuenta aquella, se enoja éste, se ríe ésta y todos hablamos con la genuina expectativa de ser escuchados.
Un docente durante una mañana habla y escucha a ¡¡200 alumnos!! llega a su casa y sigue escuchando a la mamá que se queja por teléfono, a los chicos que piden ayuda para las tareas, a la pareja que trae sus cuitas y de fondo al locutor de la tv que habla sin parar, los imperativos estridentes de la publicidad, los mensajes de whatsapp, messenger e instagram…… Puede que llegue a tener en la cabeza un pandemónium de GENTE, un enjambre de zumbidos, un “hormiguero pateado” diría Don Atahualpa. Algo así como la imagen que acompaño, pero en su mente.
La gente ….la gente ¿Qué vivencias te resuenan cuando decís “la gente”? La gente es mala, la gente es hartante, la gente es hermosa, la gente es amable…..
Sea como sea el humano tiene una porción de tolerancia a interactuar con la gente, pasada la cual se satura. Cualquier persona demanda energía, aunque sea para decir “buen dia”en el ascensor. Una mirada, una palabra, un espacio en mi espacio, un cuerpo cerca del mío, es una exigencia social, un freno civilizatorio de educación, cortesía y respeto. Nadie nos es totalmente indiferente. Nadie .
Hay personas que se muestran hurañas y en realidad están mentalmente secuestradas por gente, durante años… su cerebro está sobre exigido de esfuerzo constante para acomodarse a miles de expectativas diferentes.
No estamos hechos para un flujo constante de interacciones con «la gente” sin consecuencias, para uno y para los demás. Cuando nos habitan tantas voces, nos tironean tantas presencias y los rostros se convierten en succiones de energía, el alma se queda sin aliento vital. Está preparada para vivir en manada, en tribu, en comunidad, no en la masa.
Le pregunté a esa señora de la oficina como se sentía al respecto…Me miró, se le humedecieron los ojos y me di cuenta que no tenía aliento ni para apalabrarse.
Me fui pensando en el disparate que es poner personas que atiendan a “la gente” y terminen sintiendo como decía J.P.Sartre “el infierno son los otros”.
Como respuesta a ese infierno en que se ha convertido a “la gente” se imponen los formularios on- line, las contestadoras automáticas, y los empleados que siguen un estricto protocolo de respuestas sin demasiada diferencia con las que da una expendedora de gaseosas. Una perversa lógica de disciplinamiento social masivo que rompe los lazos mínimos necesarios donde se teje la vida cotidiana.
Hace falta más gente que atienda gente. Hacen falta rostros que devuelvan luz a la mirada y no un agujero negro enmascarado de buena educación. Hace falta emerger de esa masa indiscriminada iracunda y frustrada en que nos hemos convertido cuando pensamos en “la gente”.
No siempre nos damos cuenta cuando perdemos el centro vital. Empujados por la calesita de demandas tenemos pavor a bajarnos y perder la sortija. Te propongo que charlemos sobre esto y busquemos modos de salir de esos infiernos, recuperar las soledades fecundas y necesarias para volver a las periferias con algo genuino para dar.